Los comunistas contra el Proceso de Burgos
EL PCE FUE CLAVE EN LA MAYOR MOVILIZACIÓN CONTRA LA DICTADURA
Nacida en 1958 a partir de algunos jóvenes nacionalistas insatisfechos con la pasividad e inacción del PNV, ETA sería en sus primeros años de vida un grupo dedicado al activismo cultural, las acciones propagandísticas pacíficas y el estudio y el debate.
Los militantes de ETA no cometerían un asesinato planificado hasta el 2 de
agosto de 1968, día, mes y año del atentado mortal contra el comisario de
policía, torturador y ex colaborador de la Gestapo Melitón Manzanas. Tras este
atentado la dictadura decide dar un castigo ejemplar al incipiente movimiento
armado que se está formando en el País Vasco, decreta el estado de excepción y
detiene y encarcela a cualquier sospechoso.
En diciembre de 1970, Burgos, capital de la España franquista durante la Guerra
Civil, acoge un consejo de guerra para juzgar a 16 militantes de ETA. Después
de un juicio con escasas garantías, llega un duro veredicto: nueve condenas de
muerte, cientos de años de prisión y millones de pesetas en multas. El juicio y
las condenas desatan una ola de indignación entre antifranquistas de toda
España y de todo el mundo. El PCE sería clave en organizar y extender las
protestas, tanto en el País Vasco, donde era la fuerza más organizada, como en
el resto de España y en Europa.
El acercamiento de los comunistas al nuevo nacionalismo vasco
A lo largo de 1970, el PC de Euskadi había buscado activamente un acercamiento
a ETA, hasta el punto de realizar las gestiones necesarias para conseguir que
el País Vasco francés fuera el espacio para albergar las reuniones de la
turbulenta VI Asamblea de ETA. En junio de 1970, Euskadi Obrera elogiaba
la evolución ideológica de ETA hacia posiciones de izquierdas cada vez más
alejadas del nacionalismo tradicional. Las movilizaciones contra el Proceso de
Burgos marcarían el momento de mayor entendimiento y confluencia entre los
comunistas, el movimiento obrero vasco y ETA y el nacionalismo.
En vísperas del proceso, el ala filocomunista de ETA y el PC de Euskadi
firmarían un manifiesto contra la represión, esta vez apoyando además una
convocatoria de ámbito español -la jornada por la amnistía promovida por la
Coordinadora de CCOO el 3 de noviembre de 1970- y llamando a una huelga general
ceñida a las provincias vascas. Los conflictos internos y la debilidad de ETA,
rota por la represión franquista, impedirían que la organización jugase un
papel fundamental en las protestas contra el juicio, en las que los comunistas
vascos, a través de su liderazgo en CCOO, se convertirían en la principal
fuerza dinamizadora. Fuera del País Vasco,los comunistas también ocuparían un
papel central en la extensión de las protestas que permitirían la mayor
movilización antifranquista registrada hasta aquel momento y el ensayo de la
huelga general con la que el PCE aspiraba a derribar a la dictadura. Santiago
Carrillo afirmaría en enero de 1971 que la lucha por salvar la vida a los
activistas de ETA juzgados en Burgos era «la causa de todos los españoles
dignos de ese nombre».(1)
Entre diciembre de 1970 y junio de 1971, la dictadura decretaría el estado de
excepción en toda España, deteniendo a 1221 personas. Lógicamente, las
provincias vascas serían las que tendrían en proporción a su tamaño mayor
número de personas detenidas (147 en Bizkaia y 59 en Gipuzkoa) pero también se
producirían numerosas detenciones en Madrid (247), Barcelona (219) y Sevilla
(73), la mayoría de ellas, como señala Pere Ysàs, de militantes vinculados al
PCE, al PSUC y a CCOO. (2). El grito del acusado
Mario Onaindia en el último día del juicio, ¡Gora espainiako langileak!
(¡Viva
la clase trabajadora española!), muy difundido en los medios comunistas,
simbolizaría para estos la confluencia entre las reivindicaciones nacionales
vascas, obreras y antifranquistas en general: «Al grito de GORA EUSKADI
ASKATUTA de las ramblas de Barcelona, de la calle de Madrid, ha respondido el
grito de Onaindia: ¡Viva la clase obrera de España!» (3)
Las repercusiones de una victoria del antifranquismo
La magnitud de la respuesta, sobre todo a nivel internacional, con peticiones
incluso de clemencia del Papa, obligarían al franquismo a conmutar las penas de
los condenados a muerte. El Proceso de Burgos daría además una enorme
popularidad a las siglas ETA, relativamente desconocidas hasta entonces, tanto
en España como a nivel internacional, y glorificaría a sus procesados que
pronto dejarían de ser un colectivo homogéneo.
Las movilizaciones del Proceso de Burgos y la represión franquista alentarían
un proceso de politización de amplios sectores de la juventud vasca. El marcado
obrerismo del izquierdismo post-68, el auge de la conflictividad
social en las fábricas y la respuesta solidaria en el resto de España contra
las condenas a muerte, llevarían al sector más filocomunista de ETA a una
revalorización del marco estatal español como espacio de lucha y a tratar de
buscar alianzas más allá del nacionalismo. En 1972 cristalizaría la división de
ETA, que ya se había puesto de manifiesto al comienzo de su VI Asamblea, entre
una mayoría comunista, conocida como ETA-VI Asamblea, favorable a buscar alianzas
con el conjunto de la clase trabajadora española, y una minoría, ETA-V
Asamblea, partidaria de priorizar la lucha por la independencia a través de un
Frente de Liberación Nacional de Euskadi. Los primeros confluirían con otros
grupos de antifranquistas españoles alumbrando la organización trotskista Liga
Comunista Revolucionaria-ETA VI Asamblea.Los segundos, a pesar de ser la
minoría, serían los que muy pronto se quedarían con el prestigio adquirido por
las siglas de ETA en el Proceso de Burgos.
La ruptura de ETA y el PCE
El proyecto del PC de Euskadi y del PCE de buscar un acercamiento a los jóvenes
nacionalistas se quedaría muy a medias. En Euskadi, a pesar de los reiterados
intentos del PC de Euskadi, no llegarían a cuajar los proyectos de hacer del
partido algo similar al PSUC, capaz de aglutinar bajo unas mismas siglas
obrerismo y catalanismo, clase trabajadora autóctona y nuevos catalanes
procedentes de la inmigración. Tan solo algunos militantes de ETA a titulo
individual y una minoría de ETA VI Asamblea, contraria al giro trotskista,
ingresarían en el Partido Comunista, que en las elecciones de junio de 1977
cosecharía un sonoro fracaso en las urnas.
La evolución de ETA V Asamblea hacia una organización armada de carácter
independentista, reacia a la colaboración con el antifranquismo español, la
distanciaría definitivamente de un PCE descalificado con trazo grueso
como socialimperialista. A pesar de ello, aún el PCE y CCOO
jugarían un papel decisivo en las movilizaciones contra las últimas penas de
muerte de la dictadura en septiembre de 1975. Ya en la transición democrática
los comunistas impulsarían las primeras movilizaciones contra los atentados de
ETA, dividida de nuevo, esta vez entre milis y polimilis.
En los 90, cuando políticos, periodistas e intelectuales se conviertan en el
blanco de ETA, dentro de la llamada estrategia de “socialización del
sufrimiento”, algunos de aquellos mismos comunistas que habían luchado contra
la represión durante la dictadura terminarían viviendo con escolta y medidas de
protección. Sería el caso, entre otros, de José Luis López de Lacalle, ex
militante comunista, fundador de CCOO de Euskadi y encarcelado por la
dictadura, asesinado hace 20 años por ETA. Se cerraba así de alguna forma el
círculo.
NOTAS:
1. Mundo Obrero, 8 de enero de 1971.
2. Pere Ysàs: Disidencia y subversión. Barcelona. Crítica, 2004, pp. 102-135.
3. Euskadi Obrera, 26 de enero de 1971.
DIEGO DÍAZ ALONSO. Historiador
Autor
de Disputar las banderas / Los comunistas, España y las cuestiones
nacionales (1921/1928). Trea. Xixón. 2019.
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