Objetivos históricos. Recuperar la hegemonía en la batalla ideológica
La lucha por la mejora de las condiciones de vida y trabajo de los trabajadores y sus familias ha formado parte de los orígenes y la evolución del movimiento obrero a lo largo de su historia y así seguirá siendo en el futuro. Se trata, pues, de un aspecto consustancial en la lucha histórica contra la explotación. El capitalismo explota al trabajador y a su familia en el trabajo a través de la plusvalía y en su vida cotidiana a través de los bienes de consumo para vivir. Los economatos de los poblados mineros, regidos por la empresa minera, son un buen ejemplo simple de esta doble explotación.
Pero la complejización de la sociedad actual conlleva un amplio frente de
actividades de las que el capital obtiene pingües beneficios y que pueden
parecer no vinculados al sistema. Nada más lejos de la realidad. Por eso
hoy el sindicalismo de clase debe ser necesariamente sociopolítico,
como ya CCOO aprobó en su día en sus principios fundacionales.
No es nuevo. Las luchas históricas contra la carestía de los productos básicos,
contra el acaparamiento, contra la usura, son las luchas contra la subida
de los precios del pan y productos de primera necesidad, que unían
a las asociaciones de vecinos y de los trabajadores y tienen
un largo recorrido en nuestro país durante el siglo XX, igual que a nivel
internacional [1].
El control de los precios de productos de primera necesidad a través de la
Junta Superior de Precios durante la autarquía franquista pretendía evitar
estallidos populares durante años de miseria, de estraperlo y contrabando
controlado por sectores del régimen.
Todo es obra del trabajo
En la actualidad los temas del empleo, el transporte público, la salud, la
dependencia, la educación, la energía, la vivienda, el acceso a la cultura y a
la sociedad digital, la preservación de la naturaleza, conforman el abanico de
las necesidades básicas para los trabajadores y sus familias. Las políticas
económicas, sociales, fiscales, científicas, tecnológicas, por la igualdad,
medioambientales, son instrumentos decisivos que deben de formar parte de los
programas de acción de los sindicatos y se deben traducir en la negociación de
los Presupuestos Generales del Estado y de sus Ministerios, de Presupuestos de
Comunidades Autónomas y de Ayuntamientos.
Son todos esos presupuestos los que nos deben servir para cambiar las cosas.
Son lo que denominamos salario indirecto que conforman, cada
vez más, una parte importante de nuestras condiciones de vida en el
Estado Social y Democrático de Derecho. Si no lo entendemos así, seremos
meros sufridores de decisiones importantes para nuestras vidas diarias tomadas
por otros. El neoliberalismo lleva desde los años 60 del pasado siglo
destruyendo material e ideológicamente las consecuciones alcanzadas por el
movimiento obrero a lo largo de la primera mitad del siglo XX.
En los próximos congresos sindicales, las diferentes estructuras
sindicales de territorio y rama deberían debatir y proponer, con la concreción
posible en sus espacios correspondientes, las propuestas sindicales que se
ofrecen al conjunto de las instituciones políticas, a la ciudadanía, a los
trabajadores y que definan sus objetivos para la acción sindical los próximos
años.
Todo ello enmarcado en la centralidad del trabajo y del trabajador que, a pesar
de su realidad, el capitalismo ha tratado siempre y sigue tratando de ocultar,
de envilecer, de invisibilizar y de sustituir, apropiándosela.
El mundo actual y todos los anteriores, y previsiblemente los futuros, son obra
del trabajo. El palo, la piedra, el útil, la herramienta, la máquina, los
aceleradores de partículas atómicas, las artes, las ciencias, son obra de la
mano y del cerebro humano [2]. Y la obra resultante
también. Es siempre una obra colectiva, actual e intergeneracional, fruto de
siglos de trabajo, de experiencia, de aprendizaje, de observación, de
reflexión. A pesar de que el producto se convierte en mercancía para el
capitalista que se adueña de ella, la cambia por dinero y obtiene una
plusvalía, nunca podrá valorar su esencia intrínseca ni ser su verdadero
propietario.
La división infinita del trabajo, la producción industrial en serie y la
maquinización, hoy robotización, en la sociedad actual, tienen como
consecuencia la pérdida de identificación por parte de los trabajadores con el
resultado de su trabajo. El orgullo del trabajador ante su obra, a la que ha
trasmitido su más profundo saber, se ha desintegrado. Hoy es el resultado del
trabajo, de la acumulación pasada y actual de experiencias y saberes. El autor
real es el trabajador colectivo pero esa apreciación es confusa. Y es el
trabajador organizado y consciente el que debe de recuperar con nitidez la
propiedad y autoria de la obra final.
Toda máquina actual, cuánto más compleja y eficiente sea, es trabajo acumulado
de cientos de años y de miles de trabajadores [3].
El debate ideológico, hoy hegemonizado por el capitalismo, debe
considerarse imprescindible para la transformación social y política desde la
clase obrera consciente y organizada. Recuperar la hegemonía en la
batalla ideológica es imprescindible.
Recuperar la hegemonía en la batalla ideológica
El capitalismo ha triturado durante los últimos años todo lo que los
movimientos socialistas y comunistas habían levantado. Han contado para ello
con nuestra pasividad e incluso con nuestra colaboración. En muchas ocasiones
nos hemos autoinmolado por cantos de sirena y por engaños [4].
Las permanentes crisis del capitalismo en campos como la economía, la política,
el medio ambiente, la guerra, las hambrunas, las migraciones, la igualdad y su
incapacidad y sus fracasos para avanzar en la solución solidaria de los graves
problemas que la humanidad tiene ante ella, nos demuestran que esa soberbia en
la hegemonía ideológica, no tiene consistencia en la realidad del mundo en que
vivimos y en el que ellos dominan.
Nos engañan cuando nos hablan sólo de nuestros fracasos, ocultando
escandalosamente los suyos. Publicidad engañosa que hay que desmontar
ideológicamente.
Los trabajadores vivimos diariamente una realidad que poco tiene que ver con
sus mentiras. Han conseguido sustituir en sectores de trabajadores el concepto
de explotador por el eufemismo de empleador. El de explotado por emprendedor y
falso autónomo. El de trabajo regulado y negociado colectivamente por el
contrato individualizado y la libertad de las partes, en una falsa libertad
debido a un poder asimétrico. Tan es así que algunos trabajadores aplauden
públicamente su buen hacer y otros lo aceptan pasivamente. Es su éxito y
nuestro fracaso. Que tenemos que revertir.
Notas:
1. E.P. THOMPSON. Costumbres en común. Editorial Crítica.
Barcelona. 1995. El Capítulo 4 La Economía “moral” de la multitud en la
Inglaterra del siglo XVIII, analiza las movilizaciones por estas causas,
motines de subsistencias, y su papel en la construcción de la clase obrera en
Inglaterra.
2. John D. Bernal. Historia Social de la Ciencia. Ediciones
Península. 1967.
3. Piero Sraffa. Producción de mercancías por medio de mercancías.
Sraffa fue un notable economista tuvo gran influencia en personajes como
Robinson, Keynes, de los que fue contemporáneo. Fue gran amigo de Gramsci y le
visitó en varias ocasiones durante su estancia en la cárcel. Su teoría
económica es alternativa a las teorías económicas del liberalismo.
4. Rafael Sierra Álvarez. El obrero soñado. Ensayo sobre el
paternalismo industrial (Asturias 1860-1917).
Siglo XXI. 1990.