Qué industria tenemos y qué vamos a hacer con ella
Que
la transformación verde de la industria no nos conduzca al paro, la miseria y
la precariedad para los trabajadores
En los documentos del XX Congreso del PCE se definía Aragón como una región de
monocultivo industrial y agroexportador. Sin duda la importancia de la
industria automovilística en el Valle del Ebro es conocida en el conjunto del
país y en los barrios de Zaragoza se tiene muy presente que la GM, la OPEL o la
PSA, denominaciones que hacen referencia a la factoría de Figueruelas que
genera 6.000 empleos directos, dan de comer. Frente a un 14% de PIB y de empleo
que genera la industria en España, en Aragón es del 19% y del 20% respectivamente.
Después de décadas de utopía tecnológica, en la que parecía que las
trabajadoras manuales iban a desaparecer y hasta parecía grosero hacer
referencia a ello en el mundo mediático e intelectual, esta idea poco a poco va
cambiando debido a la crisis social y sanitaria. Nos preocupa que mientras
empieza a calar la idea de que la industria es esencial en nuestra región lo
que veamos sea lo contrario. Muchos son los ejemplos una vez superada la crisis
de 2008. Megasider, 120 despidos. Future Pipe, 116 despidos. Schindler, 119
despidos. Alumalsa, 180 despidos. Y el cierre de la térmica de Andorra con su
impacto sobre la comarca. Hay más de un centenar de despidos planteados en
FerroAtlántica en Monzón.
Pero vamos a afinar el análisis. No solo son los despidos lo preocupante en el
sector. Frente a una visión idílica e idealizada del sector industrial, y
frente a que objetivamente tenga unas mejores condiciones que otros sectores,
está siendo precarizado. La temporalidad es una constante. Como ejemplo valga
que, después de camarero, el contrato más firmado es de operario industrial y
esto no quiere decir que se esté agrandando el sector sino que la temporalidad
es muy notable. También es algo patente que es la juventud quien rellena estos
contratos.
Otro de los grandes hachazos a las condiciones de los trabajadores de Aragón ha
sido el último convenio de PSA. Un convenio firmado a la baja, con presiones
brutales a la plantilla, amenazándola con el cierre, y con llamadas del
mismísimo presidente de Aragón, Javier Lamban, a los representantes sindicales
para que hicieran campaña por el Sí. El resultado fue muy apretado y se dice
que los propios delegados sindicales fueron a las mesas al turno de mañana
porque en el turno de noche, el que primero empezó a votar, estaba ganando el
No. El resultado es una planta con un convenio muy por debajo del anterior, con
tres escalas salariales (en el mismo puesto de trabajo tres trabajadores pueden
estar cobrando tres salarios distintos con la misma categoría) y con los
sábados metidos como día laborables. Si destacamos este caso es por el peso que
tiene el convenio de PSA para arrastrar las condiciones de trabajo de todo el
sector del automóvil (más de 20.000 trabajadores) y también de gran parte de la
clase trabajadora de la región. Ya se sabe, oferta y demanda en el mercado
laboral.
No toda la industria está desapareciendo. La logística y el sector de la carne,
los macromataderos, están creciendo. Pero la apuesta por estos dos modelos
tiene sus inconvenientes. Por un lado la logística está ligada al enorme
aumento de las mercancías, de la producción descontrolada para vender más y
obtener mayores beneficios. Es una consecuencia directa del capitalismo
acelerado que no puede parar. De todas formas, es un sector en desarrollo muy
relacionado con la industria, por lo obvio y por las condiciones similares de
grandes centros de trabajo. Sin duda la sociedad deberá analizar y criticar
para bien y para mal el desarrollo que este sector está teniendo en Aragón,
especialmente en Zaragoza. De momento aterrizado sobre la corrupción del caso
PLAZA.
Por otro lado el sector cárnico está cobrando una gran importancia en zonas
rurales y viene acompañado de una gran precariedad, inestabilidad y explotación
sobre los trabajadores. La mayoría de estos trabajadores son personas
migrantes, muchas con condiciones de falsos autónomos, sometidas a una gran
intensidad psicológica y física en el trabajo. Además el sector de la carne se
está vendiendo como una de las soluciones para el desarrollo rural, obviando
las condiciones sociales que acarrea por su modelo de explotación laboral y los
graves problemas ecológicos ligados a las emisiones de CO2 y problemas de
purines para las aguas de las zonas afectadas. Debemos frenar la despoblación,
sí, pero no a cualquier costo.
Sin embargo, no defendemos la industria desde una posición idealizada del
obrero de mono azul que hará inevitablemente la revolución. Los que venimos del
mundo industrial sabemos cuán alejada está esta visión de la realidad. Lo que
sí podemos afirmar es que nos estamos dando cuenta de que los territorios más
industrializados han soportado mejor la crisis de la pandemia y en general los
territorios más industrializados son los que menores tasas de paro y mayores
salarios medios tienen. Y esto no es una casualidad, el mayor valor añadido que
genera la industria, aunque pueda variar bastante por sectores, da un mayor
margen de maniobra a la negociación sindical. No nos engañemos, hay mejores
condiciones porque se arrastran las victorias y el nivel de sindicalización de
los 70s y 80s.
Que la transformación verde no nos conduzca al paro y a la precariedad
En un futuro lleno de incertidumbre en el que previsiblemente se den guerras
económicas entre las grandes potencias por el reparto de los mercados,
preferimos que los bienes importantes se fabriquen en casa. Y no solo estamos
hablando de materiales esenciales en el mundo actual: acero, aluminio
(recordemos que está pasando con ALCOA), componentes electrónicos, elementos
químicos, productos agroindustriales... Y se podrían citar otros muchos que son
esenciales para la vida cotidiana y que no pueden depender de la voluntad del
mercado, es decir, de la voluntad de los grandes capitales.
Mientras se retocaba este artículo, la planta de PSA está parada por falta de
chips. Además en el sector industrial faltan materiales, esencialmente acero,
aluminio y plástico cuyo principal proveedor es China. Hasta desde la patronal
se reconoce que el problema del aluminio viene derivado del cierre de ALCOA.
Mención aparte merece la energía. Siendo claros, concisos, breves y yendo al
grano, si queremos un país soberano, que pueda realizar políticas favorables
para la mayoría social, necesitamos tener soberanía energética. Y si queremos
un futuro como clase y como especie, necesitamos una transformación verde.
Ahora bien, que no se nos olvide lo que sucedió en este país la última vez que
hubo una gran trasformación industrial, llamada reconversión y que más bien fue
una desindustrialización. Que la transformación verde de la industria
no nos conduzca al paro, la miseria y la precariedad para los trabajadores.
Otro de los grandes problemas a los que nos enfrentamos como región, también
como país, es la despoblación rural. Frente a soluciones que plantean otros
problemas como la industria de macromataderos, debemos plantear una
distribución planificada desde el Estado de la industria que se expanda de una
forma equilibrada y decididamente sobre el territorio. Solo con una
reindustrialización podremos parar la sangría poblacional en el medio rural.
Y sin duda todos estos cambios, la modernización y las variaciones necesarias,
no serán posibles sin el papel activo de los trabajadores a través del Estado y
de una gestión democrática y pública de las cuestiones estratégicas para el
país, como el desarrollo industrial y la energía. Y también a través de
un sindicalismo activo y combativo. No nos servirá de nada a
nuestra clase que se realice una robotización y modernización de carácter
ecológico si esta cae sobre las espaldas de la clase obrera, es decir, si se
reduce el sueldo, si se precarizan los calendarios y aumentan las jornadas. Por
ello, la primera e inmediata tarea para lograr los objetivos que aquí se marcan
es la mayor organización de los trabajadores y del movimiento obrero en su
conjunto, o sea, de las asambleas de trabajadores, de los sindicatos y del
partido de la clase trabajadora, nuestro partido. Si no conseguimos reforzar
las estructuras de clase para que se realice una transición justa, no lo será.
Los beneficios irán a parar a manos privadas, seguirán los desequilibrios
territoriales y el capital seguirá encontrando grietas para mantener el
beneficio a costa de la salud del planeta. También se perpetuán las
problemáticas ya existentes. A nadie se le escapa que la industria es un sector
mayoritariamente masculino y masculinizado. Y el sindicalismo y los y las
comunistas tenemos nuestro papel especial que jugar en este tema. Tampoco nos
olvidamos del debate público necesario en torno a la inserción de los jóvenes
en el mundo laboral. ¿Será a través de una FP dual, con prácticas o sin
prácticas, remuneradas o no?
Desde el núcleo de industria del PCE-Aragón hacemos un llamamiento al conjunto
de la clase trabajadora aragonesa para que comprenda que esta no es una
problemática del sector sino que es una prioridad para toda la clase y para el
conjunto del país. Al resto de camaradas y amigos que hayan leído y compartan
estas reflexiones les invitamos a que se pongan manos a la obra en el
sindicato, en el centro de trabajo y en el partido para debatir las cuestiones
estratégicas e importantes y que nuestras preocupaciones se antepongan a las
noticias y debates superfluos y vacuos. Y que nuestras tareas vayan dirigidas a
la raíz de los problemas con la precisión resultante de un correcto, firme y
meditado análisis.