lunes, 8 de junio de 2020



La Unión Europea frente al espejo

 O JUGAMOS TODOS O LA PELOTA SE PINCHA

La izquierda europea, debe plantear esta salida a la crisis como una oportunidad para construir otro modelo de integración.

La crisis de COVID-19 y la respuesta, insuficiente, que se está dando por parte de la UE está poniendo a ésta frente al espejo y se puede convertir en una crisis de carácter existencial. En ese espejo se refleja el carácter insolidario, desigual y la consagración de la austeridad fiscal y económica que representa.

Si de algo ha servido esta crisis es para que la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, declarase solemnemente que ponía fin al Pacto por la Estabilidad que tanto daño y sufrimiento ha insuflado a las clases populares europeas. El reto, ahora, es su supresión definitiva y la consecución de políticas audaces de inversión pública y redistribución de la riqueza para el escenario de reconstrucción.

Una crisis existencial que se da en el marco de una transición geopolítica que ya había desplazado, en gran medida, el centro hacia el continente asiático. En ese contexto la UE, que representa el 7% población y 23% del PIB mundial, deberá afrontar en qué lugar se quiere situar. Desde las fuerzas que defendemos una integración alternativa se puede ver esto como una oportunidad de avance de unas posiciones contra-hegemónicas pero tampoco hay que olvidar que lo afrontamos desde una extraordinaria debilidad y con gran resonancia de los discursos insolidarios y autoritarios.

Es paradigmático que a principios de la crisis Italia solicitara la activación del sistema de Protección Civil Europeo y que ningún país prestara apoyo. Son paradigmáticas las prohibiciones, y obstaculizaciones, de exportación de material sanitario entre países de la Unión. En contraste, brigadas médicas de Cuba aterrizaban en Italia y Andorra y un contingente militar de ayuda médica rusa circulaba por las carreteras italianas.

Las medidas aprobadas son claramente insuficientes ya que responden a la lógica de la actuación a través del mercado, de financiar a los bancos para que sigan haciendo negocio con la financiación a estados, empresas y familias. Lo que necesitamos es la aprobación de un Plan de reconstrucción con unas bases fundamentales de rescate de las personas, reconstrucción de servicios públicos, reindustrialización verde , en definitiva, poner las bases de una economía al servicio de los intereses de la clase trabajadora y del planeta necesita de todos los recursos disponibles, que los hay, y de una redistribución equitativa de los mismos.

En esa línea está la crítica a los mecanismos propuestos de financiación, mediante el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE) por ejemplo, que supondría un nuevo endeudamiento de los países más golpeados por la crisis, como España y una cierta estigmatización en Europa de que estos países no han sabido hacer bien sus deberes y ahora tienen que ser “semi-rescatados”, sin atender al carácter global de la crisis. Por otro lado, la UE aprobó otro instrumento financiero, el SURE, dotado de 100.000 millones de euros para dar cobertura por ejemplo a los ERTEs. Estos son totalmente insuficientes. Los países del norte ni siquiera querrían que se usase el MEDE y por eso lo han limitado a únicamente cubrir gastos sanitarios equivalentes al 2% de su PIB en 2019, y por otro lado, los fondos de desempleo propuestos en su mayoría no son fondos nuevos movilizados.

Unas medidas solidarias y comunitarias pasarían por que el BCE financiase directamente a los Estados, por la creación de deuda pública europea mutualizada, es decir, compartida mediante los ya famosos coronabonos. Otra propuesta interesante que se ha realizado por parte del Gobierno español ha sido la creación de un fondo de reconstrucción europeo de 1,5 billones de euros que sirviera para ayudar a las economías de todos los Estados, sobre todo a los más afectados. Se financiaría bajo la fórmula de deuda perpetua, lo que en la práctica supondría mutualizar una parte importante del gasto generado en salir de este desastre y financiaría directamente a los Estados. Supondría un mecanismo más solidario, que hiciera que los que más tienen se hagan cargo de sostener al resto, intentando que nadie se quede atrás.

Si no queremos dejarlo, de nuevo, en manos de los mercados, la izquierda europea, junto con las fuerzas progresistas, sindicales y sociales, debe plantear esta salida a la crisis como una oportunidad para construir otro modelo de integración justo, solidario y cooperativo y que ponga la sostenibilidad de la vida. Porque o jugamos todos y todas, con otras reglas, o la pelota se pincha.




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