lunes, 30 de noviembre de 2015

¿Salir del euro o echar al euro?

Tras el desenlace, provisional, del laberinto griego se ha vuelto a reavivar el debate sobre la salida del euro. Si leemos los resultados de manera lineal cuesta trabajo conciliar el rotundo resultado a favor del “no” en el referéndum y el escaso apoyo conseguido por los partidos que, teóricamente, lo representan. Pero eso pasa por confundir el voto en el referéndum con el voto al euro; justo lo mismo que plantearon los partidarios del “sí”. Si lo que ofrecían KKE y Unidad Popular era salir del euro, los resultados de las elecciones pueden dar una medida de lo que opina el pueblo griego. Nos encontramos de un lado con un hecho indiscutible; la política de SYRIZA basada en la fútil pretensión de convencer al Eurogrupo de que estaba equivocado, ha sido derrotada. Incluso con la mejor voluntad del mundo, cuesta trabajo creer que se pueda hacer una interpretación “progresiva” del tercer memorándum. Pero por otro lado, tampoco parece que una mayoría del pueblo griego esté por la salida del euro, al menos de momento. La percepción popular así interpretada viene a darle la razón a quienes consideran que sería una catástrofe. Lo cual, como dice Michel Husson, no supone que sea mejor lo que le espera en la aplicación del memorándum.

Si nos salimos de Grecia y volvemos la vista a nuestra vecina Portugal, veremos que el debate también se da a un mismo nivel de complejidad. Por un lado, el PCP, tradicional defensor de la salida del euro y de la UE, matiza y condiciona la puesta en marcha de su propuesta porque no se le escapan las terribles dificultades que conlleva. Por otra parte, el BE, que se ha diferenciado tradicionalmente del PCP por su posición “europeísta”, tras leer la situación griega y verificar la imposibilidad de una reestructuración de la deuda portuguesa, ha empezado a repensar su postura y a considerar que la cuestión no tiene solución dentro del euro.

Y es que el problema tiene miga ya que no es lo mismo negarse a subir a un avión que bajarse de él en marcha. Por eso hay que reorientar el discurso y la acción. Esta Unión Europea es irreformable, efectivamente, pero el objetivo no debería ser escapar de ella, algo de momento imposible, sino hacerla entrar en crisis. Las contradicciones abundan y deben exacerbarse con la desobediencia y la confrontación oponiendo la democracia y la soberanía popular. Y para eso no basta ganar elecciones. Hay que fortalecer las coordinaciones y las luchas comunes en los países del sur y por toda Europa, empezando por la denuncia de la deuda y el TTIP. Y hay que ganar, cada cual en su sito, espacios de soberanía y democracia que prefiguren otra forma de hacer las cosas. La guerra de posiciones. Por ejemplo, ¿qué esperan Madrid y Barcelona para poner en marcha monedas complementarias? ¿Cajas de Ahorros Municipales en Cádiz y Coruña? ¿Auditoría de la Deuda de la Calle 30 y la Expo del Agua? ¿Presupuestos Participativos? ¿Control ciudadano y obrero de los servicios municipales? ¿No es posible la unidad en torno a la construcción de estos espacios de resistencia? La tarea no es salir del euro sino echarlo. Y después, ya veremos.

JAVIER NAVASCUES

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