martes, 3 de julio de 2018


El triunfo de la extrema derecha: la era neoliberal explota en una ola neofascista

DE LA EUROPA DE LOS MERCADERES A LA EUROPA DEL RACISMO GENOCIDA

Hemos de convertir Europa en lo que dice ser: una unión social y política que respeta los derechos humanos.



La UE ha sido contundente y demoledora contra aquellos gobiernos que han intentado hacer políticas económicas de tipo social y alternativo al neoliberalismo vigente, pero es absolutamente dócil con los discursos racistas y xenófobos de centroeuropa, Europa del este o Italia. La UE no bromea con el neoliberalismo: la economía es algo demasiado importante como para confiársela a los pueblos. En cambio, de la democracia y de los derechos humanos, de ello sí es posible reírse.

De hecho, no ha dudado en chantajear, presionar y amenazar al gobierno de Chipras en Grecia, para que pusiera en marcha medidas de recortes sociales contra el pueblo, para seguir pagando los intereses y la deuda con los banqueros alemanes y franceses. Sin embargo, se muestra completamente débil, complaciente e incluso apoya y secunda las políticas xenófobas de los países europeos gobernados por la extrema derecha. Como denuncia Alberto Garzón, Coordinador de Izquierda Unida, “el acuerdo que ha firmado el Consejo Europeo sobre migración es impropio de supuestas democracias avanzadas, y el mejor posible para la extrema derecha”. Porque, como él dice, es un acuerdo que no compromete a los países más xenófobos y antiinmigración, con el que han salido absolutamente satisfechos.

Mientras anunciaban la noticia de que habían muerto al menos cien personas, entre ellos tres bebés, en el naufragio de una patera, al impedir el ministro de interior ultraderechista de Italia a las ONGs acudir a su rescate, los gobernantes de la UE estaban reunidos para acordar medidas ante la crisis humanitaria de las personas refugiadas. La solución xenófoba promovida por los gobiernos de ultraderecha se ha impuesto: un mayor control de las fronteras, el bloqueo de los migrantes en el Mediterráneo y la creación de centros de detención de migrantes dentro y fuera dela Unión Europea. Es decir, Guantánamos europeos, siguiendo el modelo norteamericano.

Italia y Austria, con gobiernos en coalición con la extrema derecha, junto con el Grupo de Visegrado –Polonia, Hungría, República Checa y Eslovaquia–, con gobiernos directamente de extrema derecha, han sido especialmente eficaz forzando la agenda europea hacia posiciones cada vez más xenófobas en la acogida de refugiados e inmigrantes.

En la última década, los totalitarismos de extrema derecha, que habían quedado relegados en Europa a tener una presencia residual tras la Segunda Guerra Mundial, han resurgido de sus cenizas y han regresado, más radicalizados si cabe, convirtiéndose en algunos casos en parte del gobierno en sus respectivos países. De ser excepciones periféricas, han pasado a situarse en la centralidad del tablero europeo. La extrema derecha se está extendiendo por toda la UE como un cáncer.

En Alemania, la ultraderecha de la AfD se dispara hasta el 13% del voto con un discurso contra la política de acogida de refugiados, con tonos claramente racistas, consiguiendo volver a entrar en el Bundestag por primera vez desde el nazismo. Mientras Ángela Merkel endurece la política de inmigración ante las presiones de la CSU, que intenta ganar puntos de cara a las elecciones frente al partido ultraderechista que amenaza con debilitar al CSU con una retórica extremista al estilo Trump. Austria también se sube a la ola de la ultraderecha europea. En Suiza gobierna la extrema derecha, de la mano de la Unión Democrática del Centro (SVP). En Hungría, Víktor Orbán. En Finlandia, Timo Soini se ha convertido en ministro de Exteriores. En Grecia, Amanecer Dorado. En Dinamarca, el gobierno en minoría necesita el apoyo del ultraderechista y anti-inmigrantes Partido Popular Danés (DF) para tomar decisiones. El Partido de la Libertad holandés, considera que sus provocaciones xenófobas le lanzarán al gobierno del país. En Francia la ultraderechista Marine Le Pen, que lidera el Frente Nacional (FN), disputa la presidencia de la nación consiguiendo alcanzar la segunda vuelta en las presidenciales francesas. El belga Vlaams Belang, la italiana Liga Norte, el británico Ukip o el finlandés Partido Finns avanzan posiciones y cada vez se vuelven más radicales y agresivos en sus discursos y sus prácticas atizando el odio contra el extranjero.

¿Qué está ocurriendo en el mundo? Mientras que en 2000 la UE imponía sanciones a la Austria de Jorg Haider, en 2018 ésta va a asumir la presidencia europea con Sebastian Kurz. Tras la devastadora Segunda Guerra Mundial impulsada por los regímenes fascistas, se llegó al acuerdo de que la democracia liberal era la menos mala de las alternativas posibles. Pero ahora, la extrema derecha se está nutriendo de la dramática situación de los refugiados, la mayor crisis migratoria en Europa desde 1945. Los xenófobos están alentando la exacerbación de la simbología emocional de la patria y la soberanía nacional para enfrentarse a una supuesta invasión extranjera, frente a lo que fue un proyecto comunitario de la Europa de los pueblos y la solidaridad. De esta forma la noción de que Europa está siendo “invadida por musulmanes y terroristas” ha ganado una considerable fuerza en la última década y los partidos de extrema derecha cada vez más despliegan esta retórica para presentar al islam y los extranjeros como una amenaza a la supuesta “unidad nacional y cultural” de los países y del continente.

Es más sorprendente que esta xenofobia cale en la población europea cuando la cantidad de refugiados llamando a las puertas de la UE es hoy exponencialmente menor que hace tres años. Incluso entonces, cabía preguntarse por qué la entrada de un millón o dos de personas a una comunidad de 510 millones era y es presentada como una “crisis”.

Con todo, la presión actual de la extrema derecha en Europa ha hecho cambiar los términos del debate. Hace unas semanas, el gobierno español sacaba pecho ante su decisión de acoger al Aquarius frente la política fascista de políticos como Salvini. Pero hoy Merkel y Macron, con Sánchez aspiran, no a reformular el conjunto de las políticas de acogida de la Unión, sino a crear “centros cerrados” para inmigrantes en los puertos de llegada de Europa, una iniciativa idéntica a la de los centros de internamiento de extranjeros (CIEs) que han sido duramente criticados por organizaciones de derechos humanos y que son los “guantánamos” tan denunciados.

Lo cierto es que la era neoliberal está culminando en Europa y Estados Unidos con una explosión neofascista, que ha integrado a la primera, en donde una xenofobia política y social está ahogando aún más la agenda de la UE, que ha pasado de ser la Europa de los mercaderes a la Europa del racismo genocida. Esta es la realidad de la Fortaleza Europa: autoridades tan ciegas por su obsesión con el asunto de la inmigración que han perdido la capacidad de reconocer la más básica de las obligaciones hacia otros seres humanos.

Debemos reclamar una movilización que denuncie la responsabilidad del neoliberalismo respecto del auge de este neofascismo. Exigir y obligar a cumplir a nuestros dirigentes con los principios de respeto y garantía de derechos humanos. No es una opción. Es lo que nos permite sentirnos parte de una civilización o engrosar las filas de la barbarie. Hemos de convertir Europa en lo que dice ser: una unión social y política que respeta los derechos humanos, prohíbe las expulsiones colectivas e impide la extradición de personas a estados donde puedan sufrir muerte, tortura o tratos inhumanos o degradantes.



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