La derecha extrema y los extremos de la derecha
A VER SI DESPERTAMOS DE VERDAD Y ELIMINAMOS AL DINOSAURIO
La ultraderecha española no es algo
novedoso y no debería llamar la atención. Es un proceso que viene enquistado en
la sociedad y que, ante la ruptura del bipartidismo, asoma la cabeza con más
fuerza y prepotencia. Pero siempre ha estado allí.
La promocionada transición fue fraguada desde la derecha, con la derecha y
manteniendo la estructura de un Estado creado por las fuerzas menos
progresistas.
Basta ver que se mantuvo una jefatura del Estado nombrada por el franquismo y
que representaba lo más casposo de la sociedad conservadora, gozando de los
mismos privilegios que hasta entonces o disfrutando de algunos aún mayores,
incluidas las conductas delictivas. Y demostrando en los últimos años el
desprecio por las estructuras del Estado, por el pueblo español y por sus
instituciones.
La monarquía, la Iglesia, los militares y el poder económico continuaron en las
mismas manos y familias que hasta entonces. La llamada clase política se
perpetuó en nombres y apellidos y en selectos “clubes” de amigos y colegas, criados
y educados en los más elitistas centros de enseñanza.
El mismo PSOE ha contenido y contiene algunos de estos personajes que se han
convertido en defensores del sistema y que, en sus largos períodos de gobierno,
poco o nada han cambiado de las estructuras pre democráticas. E incluso, en
algunos casos, han apoyado o defendido medidas que nada tienen que ver con sus
siglas.
Esta ultraderecha más cerril que sus colegas europeos, y cercana a las formas y
maneras del “trumpismo”, no surge de manera espontánea sino que está presente
en una sociedad manipulada, conservadora y temerosa, siempre bajo el paraguas
del chiringuito corrupto del PP, apoyada por serviles y lacayos voceros y por
unos medios que mayoritariamente están quebrados y en manos de sospechosos e
interesados accionistas.
Y es una derecha cada vez más alejada de los ciudadanos, a los que desprecia y
desconoce, haciendo uso de ellos solamente cuando considera que con sus votos
y/o su pasividad puede mantenerla.
Y mientras tanto la corrupción pudre todo el sistema, las cloacas del Estado
rezuman inmundicia, la Iglesia continúa obteniendo beneficios y usufructos, la
llamada justicia suaviza o extrema sus fallos según la ideología, decenas de
miles de desaparecidos asesinados por el franquismo siguen enterrados mientras
se dice que perseguir el franquismo es atacar la libertad de expresión, en el
mismo país que ha encerrado cantantes y titiriteros. En un país que supera los
índices de paro de los jóvenes, duplicando la media de la UE y triplicando la
de Alemania. Donde las diferencias entre los ciudadanos se han acrecentado, así
como la pobreza y la deficiente alimentación en los niños, creando
simultáneamente grandes bolsas de pobreza y más millonarios gracias a la
defraudación u ocultamiento a Hacienda. Todo esto en datos reales de organismos
que nada tienen de izquierdistas y que ponen a España en los peores lugares de
la vergonzante clasificación. Como en Eurovisión.
Y en esta España en la que solamente se piensa en las terrazas, la cervecita y
las vacaciones, y que esto sea alimento electoral, continúan los desahucios de
pisos regalados a fondos buitres, los bancos no devolvieron ni un euro de los
más de 60.000 millones de la anterior crisis y las empresas eléctricas,
repletas de políticos de los grandes partidos, campan a sus anchas con unas
tarifas misteriosas, muy por encima de las de toda Europa.
Y de allí asoma el monstruo, con la complicidad de esos que continúan
lucrándose en y con el sistema y aquellos que les hacen de voceros.
Y, como en el cuento de Monterroso, “cuando despertó, el dinosaurio todavía
estaba allí”.
A ver si despertamos de verdad y eliminamos al dinosaurio.
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