jueves, 30 de julio de 2015

Moralina o democracia

Los gobiernos municipales populares deben apoyarse en un poder popular, y este sólo se construye con prácticas y experiencias de organización autónoma de la ciudadanía.

El mayor peligro del discurso de la casta y de las irradiaciones es su potencial para desarmar la resistencia popular y abortar la posibilidad de una iniciativa desde abajo. No se trata de descalificar la oportunidad de los gestos simbólicos; coches oficiales, salarios de los cargos electos, … Son necesarios para legitimar una nueva política, pero no son la nueva política. El secreto de la nueva política es la participación popular. Allí donde la marea ha llegado a las alcaldías el agua debe invadir todos los espacios y embalsarse en todas las áreas de decisión con voluntad de continuidad, para todo el mandato. De lo contrario, como ya se ha visto en Madrid en el minuto uno, se situará a la defensiva, negociando el retroceso. El ejemplo andaluz debería ser suficiente: no hay propuestas programáticas, por muy fundamentadas y razonables que sean, que aguanten la presión de los contrarios por la mera composición aritmética de plenos y parlamentos. Sin la creación de un contrapoder ciudadano y popular, las posiciones ganadas estarán perdidas tarde o temprano; por no hablar de las expectativas de un cambio político más general.

¿Cómo se puede crear ese contrapoder? No se hace por internet. Sólo hay una fórmula, la radicalización de la democracia. En su informe sobre el final de la guerra de España, Togliatti critica lo que a su entender fue una de las debilidades que a la postre condujeron a la derrota de la República: la falta de participación directa de las masas y la incapacidad, o falta de voluntad, de construir una organización del Frente Popular desde la base. Mutatis mutandis, la afirmación del dirigente italiano resulta de plena aplicación: los gobiernos municipales populares deben apoyarse en un poder popular, y este sólo se construye con prácticas y experiencias de organización autónoma de la ciudadanía. La organización que ahora se necesita es diferente a la de la contestación y la resistencia. Es propositiva y constructiva, no simplemente antagonista. Hay que aprenderla pero para ello tiene que existir la voluntad política de compartir el poder institucional. No se trata de atender a todas las reivindicaciones, sino de dar la capacidad a la gente de hacerlas posibles, de priorizarlas y compatibilizarlas. Para ello no existen fórmulas acabadas pero sí experiencias de las que aprender. Son aquellas en las que se ha apostado por crear estructuras de participación dotadas de autonomía y con capacidad de decisión. Me refiero a experiencias de Presupuestos Participativos, de cogestión de espacios y equipamientos, de fórmulas de democracia directa que obliguen a reinventarse a las organizaciones ciudadanas tradicionales. En definitiva, de espacios donde pueda crearse el poder popular como intrusión de los de abajo en las estructuras de decisión.

Esta es la verdadera democracia. No son las primarias para elegir un gobierno de virtuosos sino el gobierno de los de abajo. Todo lo demás es moralina; en el mejor de los casos...


JAVIER NAVASCUES

No hay comentarios:

Publicar un comentario