Política Agraria Comunitaria y feminismo
VUELTA LA BURRA AL TRIGO
Esta expresión en mi tierra significa las vueltas que se da sobre algo para terminar siempre en el mismo sitio. Sería una definición que expresa muy bien la propuesta de la nueva PAC sobre las mujeres.
El 1 de febrero el Parlamento Europeo hizo público el informe Los
cincuenta mayores beneficiarios de la PAC y los fondos de cohesión en cada
Estado miembro de la Unión Europea. Entre los cincuenta mayores
beneficiarios de la PAC en España se encuentran grandes grupos empresariales
como Campofrío, Freixenet, Azucarera o Bodegas Protos. También es significativo
que figuran empresas que a priori no tienen relación directa con la actividad
agraria: Mercadona y Telefónica. Cuantiosas cantidades que señalan lo que ya
veníamos denunciando: el reparto desequilibrado de las ayudas en detrimento de
la agricultura familiar y sostenible.
Poco o nada ha cambiado en la PAC desde su creación en 1962. Una política
agraria productivista, obsesionada con producir cada vez más alimentos. Y no es
mucho el cambio que se introduce en la agenda 2000 con el concepto de
desarrollo sostenible y su dimensión social. Se olvidó en 1962 y se olvida en
2022 que el futuro en el mundo rural pasa por dignificar la vida de las
mujeres.
Si el feminismo y la perspectiva de género no se incorporan en la centralidad
de la política agraria, si la vida en el campo sigue siendo insoportablemente
difícil para las mujeres, no habrá próximas generaciones que sostengan la
agricultura y la ganadería.
Señores con traje y corbata que no sienten ningún pudor en asegurar que “la
perspectiva de género está abordada en los Programas de Desarrollo Rural”. Cuál
es la sorpresa que una se encuentra al analizar las seis prioridades sobre las
que giran:
1-Transferencia de conocimiento e innovación.
2-Viabilidad y competitividad.
3-Gestión de la cadena alimentaria y riesgos.
4-Restauración, preservación y mejora de los ecosistemas.
5-Economia eficiente en el uso de los recursos.
6-Inclusion social y desarrollo económico.
Muy transversal todo pero ninguna referencia a las mujeres y el mundo rural. En
un ejercicio de generosidad nos agarramos como lapas a la directriz que señala
que “los países de la UE están obligados a analizar la situación de las mujeres
en las zonas rurales para tener en cuenta los resultados de esos análisis en el
diseño de sus programas de Desarrollo Rural”.
Pero como sucede en todo lo que atraviesa la vida de las mujeres, si nos
ponemos a rascar un poco salen las trampas y las barreras con las que se
encuentran las mujeres. Se siguen primando y premiando las ayudas a las
explotaciones dimensionadas, que son mayoritariamente controladas por hombres y
por empresas. Olvidando que el modelo agrario y ganadero de las mujeres se basa
fundamentalmente en la sostenibilidad, lo que requiere más trabajo y menos
posibilidad de ampliación de superficie.
La PAC margina a las que cuidan la tierra y mantienen la vida
Según datos de Eurostat, hoy en día una media del 30% de las granjas y fincas
de la UE están gestionadas por mujeres, aunque existen considerables
diferencias entre el Este y el Oeste, un 5% en Holanda y un 47% en Lituania
como ejemplo. Pero si estos datos los contrastamos con los de control y
propiedad, vemos que las mujeres controlan o son dueñas del 12% de la tierra
frente al 61% de los hombres. Lo que sitúa a las mujeres que controlan y
gestionan granjas y fincas en la parte que la PAC no contempla como prioritaria,
la de la “azada”, la de proximidad y mantenimiento del ecosistema, la de
aquellas que cuidan la tierra y mantienen la vida.
La PAC absorbe alrededor del 40% del presupuesto de la UE. La sociedad civil
reclama la necesidad de redistribuir los fondos hacia quienes trabajan en la
transición sostenible del sistema agroalimentario y para quienes producen
“bienes públicos”. No estaría de más que se destinaran fondos a quienes
sostienen la vida. Incluir, por ejemplo, bajas por maternidad y programas para
la integración de las mujeres en la toma de decisiones.
La PAC se ha diseñado desde un punto de vista masculino, la
explotación tipo perceptora de ayudas es de un titular hombre,
las explotaciones dimensionadas. No se tiene en cuenta la perspectiva de género
al no contemplar las explotaciones cuya titularidad son mujeres. Explotaciones
menos dimensionadas y con cultivos y producciones ganaderas alternativas que
quedan fuera de las ayudas.
La igualdad de oportunidades no puede ser acceder a las ayudas una vez se hayan
cumplido los requisitos de “explotación tipo”. Si las mujeres parten de una
situación de desigualdad, la PAC debe contemplar las ayudas desde la línea de
salida: adaptar la normativa a la realidad de las explotaciones de las que son
titulares las mujeres.
Poco se habla de la relación que tienen las explotaciones dimensionadas con las
condiciones de vida y trabajo de las asalariadas del campo, las jornaleras. El
análisis y la relación que tiene la dimensión de una propiedad con la
explotación y las condiciones de precariedad que sufren las mujeres
asalariadas. Recogerlo en un apartado de un artículo no sería justo con las
trabajadoras del campo, merece una reflexión profunda.
Cuando hablemos de cuidar el mundo rural, debe quedar claro qué es lo que queremos
cuidar y a quienes. Nosotras lo tenemos claro, a quienes sostienen la vida. Y
eso pasa por dignificar la vida de las mujeres, las agricultoras, las
hortelanas, las ganaderas, las artesanas, las asalariadas. Sin ello ni hay
futuro para el mundo rural ni habrá futuro para la humanidad.
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