De desastres, dinosaurios y cambios de clima
Las presiones de las compañías de combustibles fósiles o del automóvil, entre otras, explican el bajo nivel de los compromisos que adquieren los países
Cuando en 1987 se firmó el Protocolo de Montreal para la conservación de la capa de ozono (y especialmente tras la revisión de Londres de 1992), pareció confirmarse que la vía de los acuerdos internacionales podría garantizar la recuperación de muchas situaciones ambientalmente adversas. Así, unos años más tarde se ensayó otro acuerdo, el Protocolo de Kioto, cuyos decepcionantes resultados contrastaron con el anterior. Desde 1997 hasta hoy, mucho se ha hablado sobre cambio climático; quizás el mayor avance haya sido reconocer su existencia y la influencia humana en su génesis. La nutrida asistencia a la cumbre de París (de la que ahora se cumplen cinco años) dejó tras de sí enormes decepciones.
En efecto, se olvida con frecuencia que los hechos ambientales expresan
conflictos de intereses y que las buenas intenciones no a todos benefician por
igual. Lo que para la naturaleza y los pueblos puede resultar esperanzador, no
se aprecia así para las grandes corporaciones, cuyo principal objetivo es la
rentabilidad de sus negocios. Las presiones de las compañías de combustibles
fósiles o del automóvil, entre otras, explican el bajo nivel de los compromisos
que adquieren los países. La lucha de clases también se refleja en la ecología.
Hubo dos grandes sectores ausentes de la Cumbre de París: el tráfico aéreo y el
marítimo. Entre los mensajes educativos que se lanzan a la sociedad para
promover actividades que preserven el planeta, se nos invita al reciclaje,
porque reduce el consumo de materias primas, agua y energía. En efecto,
reciclar vidrio, plástico o papel puede rebajar en un 70% el consumo de energía
en relación a lo que sería la materia original. Mas, si comparamos la
incidencia de estas iniciativas con los 93.000 aviones que diariamente surcan
los cielos y sus emisiones asociadas de dióxido de carbono, por no hablar de
otras fuentes, parece que las actitudes personales no lograrán revertir el
calentamiento global. Si el actual ritmo continúa, el cambio climático
alcanzará los temidos 3 – 5 ºC de aumento de la temperatura media para finales
del presente siglo.
¿Significa esto que no hay nada que merezca la pena realizar? Todo lo
contrario. Las buenas prácticas, por un imperativo ético y práctico, deben
continuar llevándose a cabo. Y no sólo en lo ambiental. Muchas iniciativas hoy
minoritarias, como la economía del bien común, el comercio justo, las finanzas
éticas o la agricultura ecológica, son el referente de la justicia y
sostenibilidad por la que trabajamos.
Hace 65 millones de años los dinosaurios eran las especies dominantes sobre la
Tierra; el resto de los seres vivos, entre ellos los pequeños mamíferos,
permanecían discretamente en sus nichos ecológicos. Mas, cuando se produce el
impacto que llevará –precisamente a través de un cambio de clima- a la
desaparición de los grandes reptiles, aquellos animales pequeños y escondidos,
emergieron y continuaron su evolución hasta llegar al ser humano. No sería
descartable una situación similar, social en este caso, en la que tras una
profunda crisis económica, ambiental, sanitaria, militar o una combinación de
ellas, el sistema, tal como lo conocemos, colapsara y las alternativas que
hasta el momento eran minoritarias o marginales, pasaran a ser dominantes y se
convirtieran en los nuevos referentes sociales.
Por todo ello, es importante continuar desarrollando iniciativas de
trasformación social, ya que la irracionalidad y el sinsentido del sistema
capitalista en algún momento deberán dejar paso a modelos más justos y
sostenibles. El capitalismo no puede tener la última palabra en la historia,
por lo que más pronto que tarde podríamos vernos a la puerta de oportunidades
históricas que no habrá que desaprovechar.
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