viernes, 1 de octubre de 2021

 Incendios forestales


Hasta el 22 de agosto, según datos del Ministerio para la Transición Ecológica, se habían declarado 6.314 incendios forestales en España (4071 conatos < de 1 ha afectada y 2243 >de 1 ha), con 51426.96 has arrasadas. A esta cifra hay que añadir las alrededor de 22000 has del incendio de Navalacruz, el incendio más grave de la historia de Castilla y León. Se han declarado 17 grandes incendios (aquellos que afectan a más de 500 has).

Así, un año más, nos enfrentamos a una situación trágica. Este problema de los incendios forestales en Castilla y León, en España y en toda la cuenca mediterránea, es cada vez mayor. En Turquía, Grecia, Italia, Argelia, y ahora España, crece la proporción de GIF ( Grandes Incendios Forestales, que son aquellos que afectan a más de 500 has) respecto al total, incendios extremadamente peligrosos , incluso para la población, y muy difíciles de apagar.
  

WWF, en su informe de 2019 “Arde el Mediterráneo”, ya analizaba las causas para que la cuenca mediterránea sufra oleadas de incendios cada vez más devastadores y peligrosos, que suponen un riesgo extremo tanto para los ecosistemas, como para las poblaciones y las personas. También el IPCC (Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático), advierte que los ecosistemas mediterráneos se encuentran entre los más vulnerables del mundo. El cambio climático está acelerando la presencia de grandes incendios. El aumento esperado de temperatura durante este siglo hará que, con toda seguridad, los episodios climáticos extremos en la región vayan a peor: sequías más acusadas y olas de calor más largas e intensas, que llevan a la vegetación a un estado de estrés hídrico que la hace más vulnerable al fuego. Con toda seguridad, las campañas veraniegas de incendios van a hacerse más extensas en el tiempo y menos estacionales. La cuestión es sobre todo establecer medidas para mitigar estos grandes incendios y sus consecuencias.

No toda la responsabilidad es achacable al cambio climático, hay más factores

- La despoblación, el abandono del medio rural y de los usos tradicionales de los bosques, el abandono ganadero y agrario con cese del pastoreo tradicional y de cultivos, ha provocado la pérdida del paisaje en mosaico (ese que en nuestro imaginario asociamos con belleza del paisaje y que son especialmente ricos en biodiversidad) y el aumento de la superficie cubierta con matorrales y bosques jóvenes provoca un aumento de la inflamabilidad , lo que genera incendios mas intensos y peligrosos.

- Las nefastas políticas de repoblación, que han tenido lugar durante años, con especies de crecimiento rápido (varias especies de pino o eucalipto en muchas zonas), dando como resultado cultivos monoespecíficos, en lugar de bosques, y ausencia de una adecuada gestión y planificación de las masas forestales para su adaptación al cambio climático, y para la prevención de riesgos, lo que las convierte en bombas de relojería para los incendios.

- La cada vez más difusa separación entre lo urbanizado y lo forestal (una mezcla de casas y árboles), la interfaz urbano-forestal y el aumento de los usos recreativos del monte ha incrementado el riesgo de incendio y de que estos lleguen a las zonas habitadas. El cese del pastoreo, la extracción de leña o el cultivo de pequeñas huertas han borrado el paisaje en mosaico que protegía los pueblos en caso de incendio.

- La no existencia de verdaderos operativos de prevención. En España somos buenos apagando incendios, pero falla la prevención. Tenemos excelentes profesionales, pero maltratados por las administraciones en sus condiciones laborales. Un ejemplo claro es el llamado operativo de prevención y extinción de incendios de la Junta de Castilla y León donde, según datos de CCOO, la media de interinidad del personal propio de la Junta ronda el 50%, un 76% entre los fijos discontinuos y un 30% de vacantes en el colectivo de agentes medioambientales. Aún más precarias son las condiciones de las cuadrillas de tierra, donde las bajas en las licitaciones se cargan en las espaldas de los y las trabajadoras, con sueldos ínfimos y explotación laboral (con trabajos de sólo 3 meses, es muy difícil arraigar a la gente en las zonas rurales).

- La falta de coordinación entre diferentes administraciones. Hay tantos operativos de incendios como Comunidades Autónomas y esto dificulta mucho la lucha contra el fuego cuando hay dos autonomías afectadas o cuando es precisa una cooperación entre varias.

Es necesario que las CCAA dediquen mucho más presupuesto a las labores de prevención, que son menos mediáticas, pero que fijan población y empleo en el sector forestal. Plantear operativos dedicados fundamentalmente a la prevención , bien dimensionados y que trabajen todo el año, totalmente públicos (no como los modelos con fuerte presencia de lo privado, como sucede con el de Castilla Y León , donde las brigadas de tierra o las helitransportadas se licitan con empresas privadas y sufren unas condiciones laborales penosas), con condiciones laborales justas y la aprobación del estatuto básico del Bombero/a Forestal para todo el personal de los distintos operativos.

Es imprescindible corregir el abandono rural, recordar el importante papel de la ganadería extensiva en la dinamización del medio rural y la prevención de incendios, una adecuada gestión de las masas forestales y recuperar los paisajes en mosaico, que actúan como cortafuegos naturales.

En resumen, medidas que van encaminadas a una adecuada ordenación del uso del territorio, a recuperar los sistemas agrosilvopastorales que fijan población y previenen incendios, a concienciar a la ciudadanía de la necesidad de la prevención, en un contexto, el del cambio climático que nos anticipa un escenario de grandes incendios -los llamados incendios de sexta generación-, incontrolables.

 PILAR GONZÁLEZ  

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