miércoles, 13 de febrero de 2019


Eva García Sempere: "La España rural y sus mujeres son invisibles en el Congreso"

 DIPUTADA DE UNIDOS PODEMOS EN EL CONGRESO



“En las instituciones aspiramos a ser la voz del poder popular en construcción”.

MUNDO OBRERO: ¿Cómo se lleva la conciliación de la vida parlamentaria con la Vida?
EVA GARCÍA SEMPERE:
 Conciliar no es difícil, es imposible. Si lo quieres hacer bien, si nos creemos como cargos públicos comunistas que tenemos que estar en el territorio y en los conflictos, y que tenemos que ser los mejores en nuestro trabajo, eso implica estar mucho tiempo lejos de tu familia, de la gente que te quiere, de los amigos. Está siendo toda una experiencia, pero creo que hay que enfocar bien la utilidad de la institución, porque perdemos energías y tiempo en hacer iniciativas tratando de mejorar la vida de la clase trabajadora pero la mayor parte del trabajo parlamentario queda en papel mojado. Una proposición no de ley sabemos que es meramente declarativa, que puede dar un titular un día y es importante para los actores que la están demandando. Es una sensación permanente de estar luchando contra un muro, cuando lo consigues saltar aparece otro muro y si además consigues saltar ese, aparece el rey del castillo con los Presupuestos Generales del Estado y te dice que se acabó el juego. Por lo tanto, las instituciones como el Congreso debemos utilizarlas para el aprendizaje y para la generación de espacios de trabajo. Por ejemplo, la Ley de pobreza nos sirvió para patear todos los territorios, para hablar con militantes de las federaciones, con asociaciones, recabando sus pareceres y sus ideas. Tenemos una proposición de ley excelente que ha servido, sobre todo, para organizar a la gente, para generar espacios donde la gente se encuentra y puede buscar soluciones conjuntas, y eso debe de ser lo fundamental. Elaboración colectiva, lo llamábamos. Los recursos de la institución tienen que ir para la que la organización tenga más fuerza, se encuentre con más gente y contribuya a generar y fortalecer un tejido social, sindical y político.

M.O.: ¿Qué es más útil para ser diputada, los títulos universitarios o el olfato?
E.G.S.:
 Tener estudios no viene mal, pero lo fundamental para una diputada comunista no es tener un máster en el tema sobre el que vayas a hacer la pregunta al gobierno, sino que sepas identificar el problema, el conflicto, que tengas la capacidad de buscar las fuentes adecuadas y rodearte de la gente que te dé los conocimientos que no tienes y la visión de los afectados por el problema. Si no eres capaz de detectar las necesidades cotidianas y concretas de la gente y articular soluciones, de nada te sirve tener un máster. El muy recomendable documental de Ken Loach, “El espíritu del 45”, cuenta como la mayor parte de los diputados de la Cámara de los Comunes del Reino Unido de posguerra venían del mundo sindical, no tenían carreras ni másteres, pero sí un hondo conocimiento, asentado en el terreno, de las necesidades de la clase trabajadora.

M.O.: Tú además eres diputada por Málaga, una circunscripción que ha dado grandes diputados comunistas a la cámara.
E.G.S.:
 Y es un honor para mí, y una gran responsabilidad. Efectivamente, Antonio [Romero] es el mejor ejemplo de olfato político aplicado al trabajo parlamentario, es alucinante recordar lo que hizo y cómo lo hizo. También fue la provincia donde el PCE obtuvo el primer acta de su historia en la figura de Cayetano Bolívar, un señor que procedía de la burguesía pero que montó un hospital en el que la condición que se le ponía a los ricos que iban a curarse era que pagasen la cama para una persona de la clase trabajadora.

M.O.: O sea que la historia no comenzó de cero ayer.
E.G.S.:
 El día que Diego Cañamero subió a la tribuna del Congreso escuche a alguien decir que por fin un jornalero hablaba allí. Eso me dolió mucho. Me parece maravilloso que los jornaleros puedan subir a la tribuna, ojalá hubiera más, y camareras de piso, y teleoperadoras, y mineros, y albañiles... pero no era la primera vez que un jornalero hablaba en el Congreso, y a la respuesta anterior me remito. Y es maravilloso que gente con ideas distintas agite el panorama institucional, pero es fundamental saber de dónde venimos, para lo bueno y para lo malo, conocer las experiencias anteriores, ¿cómo se aprende entonces? El adanismo no es bueno, y creo que conviene desterrarlo por incompatibilidad con la moral política de la izquierda.

M.O.: ¿Has visto al “Poder” pasearse por el Congreso, sentarse en algún escaño?
E.G.S.:
 Desde luego que no, aquello es un grandísimo teatro. Allí están sentados los secuaces del poder, de las grandes empresas, de los bancos, en la bancada del PSOE, del PP, de Ciudadanos o del PDCat. Pero el poder también está en la calle, en la gente que organizada sería capaz de tumbar todo eso, el poder del capital ejerce su fuerza, sobre todo fuera del parlamento. Nosotros, modestamente, intentamos ser las voces de ese poder que todavía está en construcción, pero que cuando despierte y se organice no habrá quien lo pare, el poder del pueblo trabajador, y en ese momento dará igual la aritmética parlamentaria.

M.O.: Nosotros lo llamamos unidad popular pero, ¿qué distancia existe entre la confluencia electoral que supuso Unidos Podemos y la unidad popular?
E.G.S.:
 Unidos Podemos fue una necesidad imperiosa, fraguada a todo correr. Por la calle nos decían que teníamos que unirnos para enfrentar a las derechas. Empieza a acercarse un poco más con Adelante Andalucía, pero tampoco eso es la unidad popular, que se tiene que fraguar por abajo, tiene que ser la gente. Y ya se hace, en plataformas o en asociaciones vecinales, la gente trabaja codo con codo y no se pide el carnet. Si llegamos a un espacio en el que no nos estamos preguntando de dónde viene el otro y no tenemos los recelos de saber si esta iniciativa es más tuya que mía, sino que es una iniciativa que surge de las necesidades de la gente y tiene detrás a miles de personas, entonces estaremos mucho más cerca de conseguir la Unidad Popular.

M.O.: Dolores Ibárruri hablaba de tener un pie en el Parlamento y otro en la calle. ¿En qué medida el trabajo institucional en el Congreso te secuestra y te resta capacidad de poder compaginar ambas tareas?
E.G.S.:
 Como no me gustan nada los sitios protocolarios, lo paso realmente mal. Es verdad, tienes la sensación de estar secuestrada hablando de temas que no interesan a nadie, hablando para gente que no te está escuchando, pero hay que distinguir. Por una parte, por supuesto, tienes que cumplir con las obligaciones que se derivan de tu responsabilidad, para eso nos han puesto ahí, los territorios demandan ese trabajo, y por otra saber que tu principal objetivo es hacer más fuerte a la organización, hacer más fuerte a la sociedad. Y para eso hay que salir mucho. Personalmente a ese nivel estoy satisfecha, pero no porque me haya pateado muchos territorios, sino para conocer de primera mano cuáles son las necesidades de las gentes.

M.O.: Los temas realmente importantes que debatís en el Congreso se quedan muchas veces encerradas allí. ¿Cuesta trabajo dar a conocer el trabajo cotidiano de una diputada?
E.G.S.:
 Sobre todo si, como nosotras, te empeñas en tratar de hacer visible lo invisible. Por ejemplo, a la Comisión de Agricultura sólo se le echa cuentas cuando llega la PAC. Si llevas iniciativas, por ejemplo, sobre la trashumancia, que es uno de mis temas favoritos, no aspiro a que los medios se fijen. La España rural es uno de los temas invisibles, y la mujer en el medio rural, ni te cuento, y es un espacio a organizar, ojo, algún nuevo-viejo partido se ha dado cuenta, pero si queremos construir un proyecto de país desde la izquierda no podemos hacerlo a espalas del 70% del territorio.

M.O.: Con el trabajo parlamentario te das de bruces con la realidad. ¿No es cierto?
E.G.S.:
 Y tanto. Te pondré un ejemplo, la minería. Siempre he tenido clara una posición: la mina hay que cerrarla, no podemos basar nuestro sustento en el carbón y las energías fósiles, pero algo que tenía muy claro y que es muy fácil de decir, cuando miras a los ojos a la gente que vive en esas cuencas, aprendes que es inaplazable la transición justa, que no podemos dejar a la gente tirada. En ese sentido, la Eva que entró en el Parlamento y la Eva de ahora no son la misma.

M.O.: Comunistas como tú en un espacio de confluencia, trabajando como diputada en un grupo más amplio. ¿Cuál es el papel de los comunistas en la confluencia?
E.G.S.:
 Gianni Rodari, además de ser redactor jefe de L'Unitá, el diario del PCI, escribía cuentos para niños. Y él teorizaba y ponía en práctica, como pedagogo, el valor de la fantasía. Te podría responder que tenemos que ser vanguardia y hegemonizar los espacios, que tenemos una mochila y muchas batallas disputadas. Pero más allá de eso, que lo creo, somos los que tenemos que aportar la fantasía, la capacidad de imaginar un mundo distinto y el camino que nos debe llevar a él.


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