Renau y el salvamento del Patrimonio Artístico
Nacional
RECORDAR A RENAU Y MARÍA TERESA LEÓN EN EL 200 ANIVERSARIO DEL MUSEO DEL PRADO
Se cubrieron monumentos,
se protegieron cuadros y libros, y se preparó el traslado a Valencia de los más
importantes. El pueblo defendió la cultura contra los bárbaros.
Uno de los intelectuales españoles más
importantes del siglo XX, y posiblemente el artista más trascendental del
Partido Comunista de España, fue el valenciano Josep Renau. Sus aportaciones
teóricas, artísticas y propagandísticas fueron tan relevantes, como
incomprensible el olvido al que lo relegaron tras su desaparición física las
instituciones públicas, pero también el Partido en el que militó toda su vida.
No voy a profundizar en el carácter profundamente leal de Renau, sino también
crítico en los momentos que había que serlo, lo que le granjeó bastantes
desconfianzas de dirigentes acostumbrados al ordeno y mando, desde Bullejos a
Carrillo, y por supuesto con la excepción de Pepe Díaz, quien le encomendó la
titánica tarea de organizar, junto a otros camaradas, las fuerzas del arte y
cultura contra el fascismo.
Entre las tareas llevadas a cabo por Renau a lo largo de su vida, quizá la más
importante, y de la que él mismo se sentía más orgulloso, fue la del Salvamento
del Patrimonio Artístico Nacional. Quizá sin la participación de Renau y sin su
genio organizador, muchas de las obras de arte más importantes del mundo
habrían sido pasto de las llamas en los bombardeos fascistas contra el Museo
del Prado.

Durante la Guerra contra el fascismo en nuestro país, tuvo lugar una de las
mayores epopeyas de la Historia de España poco conocida por la mayoría de la
población, y en la que miles de hombres y mujeres contribuyeron a salvar de la
barbarie fascista al menos 18.000 pinturas, 2.000 tapices, 12.000 esculturas,
500.000 libros y 70 bibliotecas.
El 6 de septiembre de 1936, ya con las bombas cayendo sobre la capital de
España, Renau se encontraba en Valencia cuando recibió una llamada del Partido
Comunista solicitando su presencia en Madrid de manera inmediata. Al día
siguiente Renau estaba en Madrid, y fue recibido en la sede del PCE de la Calle
Serrano número 6, por el Secretario de Organización, Pedro Checa, quien le
comunicó la razón de su presencia allí, que no era otra que la de nombrarle
Director General de Bellas Artes. Apenas tres días antes el PCE había entrado
en el Gobierno y Jesús Hernández había sido nombrado Ministro de Instrucción
Pública y Bellas Artes. El mismo día 7, poco después de su reunión con Pedro
Checa, Renau, con su pistola en el cinto, tomaría posesión de su cargo, y la
organización del Salvamento del Patrimonio Artístico Nacional sería una de sus
principales tareas.
Renau describe en el informe “La protección del tesoro artístico de España
durante la guerra”, cómo en el momento álgido de los bombardeos de Madrid, no
fueron perdonados por los obuses el Museo del Prado, la Biblioteca Nacional o
el Palacio del Duque de Alba, que recibieron el impacto de al menos 30 bombas:
“Objetivos conscientes que servirían después a los facciosos, como tantas veces
lo hicieron, para acusar a los ‘anarquistas’ de haberlos incendiado. Frente a
esta actitud es necesario colocar la de los milicianos, que arriesgadamente,
rescataban entre las llamas y bajo las bombas, las obras de arte que eran
después trasladadas con todo cuidado a Valencia”.
Desde un primer momento, se trabajó para obtener todo el apoyo posible del
pueblo español, y desde la Dirección General de Bellas Artes se hizo un
titánico esfuerzo por concienciar a los ciudadanos de la importancia de
proteger el arte de las bombas. El propio Renau describe el éxito conseguido
con aquella tarea de concienciación: “... podemos testificar, emocionados, de
casos en los que simples campesinos o milicianos del pueblo, probablemente
analfabetos, traían a la Dirección General de Bellas Artes, a veces a lomo de
asno, y al precio de largos y penosos viajes, simples oleografías y lienzos de
ínfimo valor, persuadidos de que se trataba de eméritas obras artísticas”.
Se cubrieron monumentos (como la Cibeles), se protegieron cuadros y libros, y
se preparó el traslado a Valencia de los más importantes, para lo cual sería
nombrada responsable la también militante comunista María Teresa León.
Solamente del Museo del Prado fueron evacuados hasta Valencia 427 cuadros de
pintores como Goya, El Greco, Murillo, Ribera, Velázquez, Zurbarán, Rafael,
Tintoretto, Tiziano, Rubens, entre un largo etcétera. Salieron de allí también
181 dibujos de Goya y el conocido como “Tesoro del Delfín”. La expedición
completa constaba nada más y nada menos que de 1868 cajas con obras de arte y
5439 volúmenes del Tesoro de la Biblioteca Nacional, en lo que sumaban 180
toneladas de obras de arte.
Durante semanas, cientos de obras de arte fueron trasladadas en los mejores
camiones hacia Valencia, los vehículos circulaban a 20 kilómetros por hora, y
en la primera expedición se pudo comprobar que algunos cuadros no podían pasar
por los puentes. Tal fue el caso del Puente de Arganda, lo que obligó a los
transportistas a sacar los embalajes y pasarlos a la otra orilla a pulso.
Una vez llegadas las obras a Valencia, fueron almacenadas en dos edificios, las
Torres de Serrano y en El Patriarca, acondicionados especialmente por el
arquitecto José Lino Vaamonde, para proteger de posibles bombardeos las cientos
y cientos de obras de arte. Concretamente en las Torres de Serrano se instaló
un mallazo de acero y hormigón, combinado con capas amortiguadoras de cáscara
de arroz y arena limpia de materia orgánica para que no ardieran en caso de
incendio. Los acondicionamientos que se hicieron tanto en las Torres de Serrano
como en El Patriarca eran totalmente reversibles para no dañar las propias
construcciones.
Valencia acogió durante aquellos días, momentos épicos de la lucha contra el
fascismo. Entre ellos quedará, además del histórico II Congreso Internacional
de Escritores para la Defensa de la Cultura, la Exposición que se realizó para
el pueblo valenciano de muchas de aquellas obras trasladadas desde Madrid, como
“símbolo de la lucha encarnizada de la Cultura, defendida por el pueblo, contra
los bárbaros”.
Ahora que se cumplen 200 años del Museo del Prado, es imprescindible recordar a
quienes hicieron posible, no solo el Salvamento del Patrimonio Artístico
Nacional, sino de gran parte de Europa. Y es que sería el mismo Josep Renau
quien presentaría en la Exposición Universal de París de 1937 el informe
técnico en el que se describen los pasos que se habían dado para el salvamento
del arte en España. Fue esa experiencia de la República española, con Renau al frente,
la que serviría para salvar buena parte del arte durante la Segunda Guerra
Mundial.
Aquella Exposición Internacional de París del 37 serviría como altavoz de la
República Española contra el Fascismo, y una de las obras que allí se
expusieron, ni más ni menos que el Guernica de Picasso, había sido también
encargada su realización por el propio Josep Renau.
No somos conscientes de la importancia que tuvo para la Historia del Arte en el
siglo XX la tarea no lo suficientemente reconocida de Josep Renau, quien
concluiría su informe con una aspiración no del todo cumplida: “Hoy todas esas
obras se hallan en lugar seguro. Mañana, contemplándolas, el mundo entero
rendirá homenaje a los hombres (y mujeres), vilipendiados y calumniados, que
con sus vidas defendieron este tesoro de la humanidad”.
Sin duda, es un deber ineludible de los y las comunistas de nuestros días,
trabajar para conseguir ese reconocimiento pleno de aquellos hombres y mujeres
que consiguieron salvar nuestro Patrimonio Artístico, y por supuesto para
recuperar y poner en valor la obra y el pensamiento de Josep Renau. Renau era
un comunista de acero, de los que hoy algunos llamarían “ortodoxo”, pero que
demostraba con su ejemplo lo que algunos dirigentes mediocres nunca llegaron a
entender. Por eso el PCE de Bullejos casi lo acaba expulsando, y el de Carrillo
acabó excluyéndolo de su Comité Central. Y por eso los comunistas y las
comunistas de hoy creemos que reconstruir el Partido pasa
también por reconocer la grandeza de camaradas como Renau.