Ante el auto del Tribunal Supremo sobre
la exhumación de Franco: de aquellos polvos, estos lodos
Nuestro Partido viene alertando a la
sociedad española sobre la necesidad de democratizar el sistema judicial ante
las evidentes muestras de continuidad de elementos del aparato judicial del
franquismo, primero en las mismas personas y después nutrido de muchos de los
descendientes de la oligarquía surgida durante la dictadura. Esto es
extensible, en el marco del Estado, al ejército y a los cuerpos policiales,
siendo Gómez Pacheco solo la punta del iceberg de la impunidad.
Con motivo de la batalla judicial
emprendida por la familia del dictador y por su entorno contra el Decreto que
ordena la exhumación de sus restos del panteón autoeregido por el dictador en
Cuelgamuros, el Tribunal Supremo ha afirmado, que si se estimase la demanda y
se anulase el acuerdo del Gobierno para la exhumación y esta se hubiera
realizado, sería perjudicial para la familia y para el interés público, incluso
señala que habría coincidencia entre estos intereses Ademas, el Tribunal
Supremo señala que Franco fue “jefe de Estado desde octubre de 1936 hasta su
fallecimiento el 20 de noviembre de 1975”, lo que además de suponer una absoluta
ignorancia de la historia, es un reconocimiento de legalidad a lo que no fue
más que un golpe de Estado criminal, no como el que la justicia española dice
estar juzgado por los hechos independentistas de Cataluña.
Tanta ofensa a las víctimas del franquismo
y a los defensores de la legalidad democrática por el Tribunal Supremo, ha
provocado que todos los sectores demócratas, progresistas y de izquierdas hayan
mostrado su indignación y exijan la rectificación del auto.
Ante el debate suscitado el PCE manifiesta:
·
Franco no era “jefe de Estado” legítimo,
ni en octubre del 36 ni en Noviembre de 1975 cuando murió. Usurpó la jefatura
del Estado, mantuvo dicha usurpación y la trasladó hasta el siguiente Jefe de
Estado que él decidió unilateralmente. Esta usurpación ha tenido continuidad
hasta nuestros días a través de la monarquía que ejerce la jefatura del estado.
No es de extrañar por tanto que a fecha de hoy una de las Instituciones
heredadas del franquismo, la Justicia, ignore a las víctimas, proteja a la
familia del victimario y sostenga la represión contra las fuerzas populares y
la impunidad del fascismo y del autoritarismo.
·
La sucesión en la jefatura de Estado
recayó en Juan Carlos de Borbón por designación del dictador, asegurando que la
mas alta institución representativa del Estado, que también desempeña la
jefatura de las Fuerzas Armadas, esté al margen de la decisión democrática y
nunca se haya sometido al veredicto popular a través de las urnas. No aceptamos
que el sí mayoritario a la Constitución fuera un sí a la monarquía. El Pueblo
español nunca ha podido expresarse ni elegir entre monarquía y república.
·
Esa continuidad aparentemente formal
entraña un serio déficit democrático que se exterioriza como problema político
periódicamente, a consecuencia de esa estrategia de tránsito de la dictadura a
la monarquía: “De la ley a la ley. Nunca hubo ruptura con la dictadura. No hubo
depuración del aparato judicial, ni del policial, ni del ejército, ni del
político – asistiendo al blanqueamiento de dirigentes de la dictadura como
Fraga o Martín Villa - y mucho menos del sistema de poder económico:
continuaron dominando la economía las mismas familias, manteniendo las mismas
fortunas fruto del saqueo, antes, durante y después del franquismo, del trabajo
esclavo de los presos y de siglos de colonialismo, la sangrienta acumulación
originaria de la burguesía española.
De aquellos polvos, estos lodos de
nuestros días
Mientras las estructuras del poder
económico y del Estado sean las actuales, los derechos de la clase obrera que
aparecen en la Constitución serán inaplicables porque nunca el Estado
garantizará mecanismos para exigirlos. Papel mojado que pretende generar la
apariencia de un “estado social y democrático de derecho”.
Esta realidad fue desvelada con toda
crudeza por la gran crisis capitalista de 2008, cuyos efectos aún padece la
clase trabajadora por el aumento de la explotación y por su empobrecimiento,
cuando la riqueza generada por su trabajo fue regalada a la banca. Durante todo
el periodo de la monarquía parlamentaria, el Estado, ha sido fiel a sus
orígenes autoritarios: privatizaciones, expolio de bienes públicos, participación
de España en las guerras y aventuras del imperialismo de EEUU, sometimiento del
pueblo español al gran capital a cambio de los miserables intereses de la
burguesía en el mercado en que se ha convertido la Unión Europea.
Por eso hay que romper con el régimen
monárquico del 78, con la UE y con el euro y construir la III República desde
su única base constituyente posible: el poder de la clase trabajadora
consciente y organizada. Una república en la que “toda la riqueza del país en
sus distintas formas y sea cual fuere su titularidad” esté “subordinada al
interés general”.
El PCE no renuncia en absoluto a los avances parciales que la clase trabajadora arranca día a día con sus luchas y con sus votos, bien al contrario, está en primera línea para conseguirlos, pero es este el objetivo al que dedica y dedicará los mayores esfuerzos.
El PCE no renuncia en absoluto a los avances parciales que la clase trabajadora arranca día a día con sus luchas y con sus votos, bien al contrario, está en primera línea para conseguirlos, pero es este el objetivo al que dedica y dedicará los mayores esfuerzos.
El Régimen
del 78 no va a caer solo: ¡tenemos que derribarlo!
¡A por la III
República!
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