Equilibrio
nuclear: malos presagios
Estados Unidos triplica el gasto militar de China, es diez veces mayor que
el de Rusia y ha aprobado presupuesto militar para aumentar su presencia cerca
de las fronteras rusas y para el programa de misiles nucleares.
Estados Unidos lleva tiempo preparando el
terreno para romper los acuerdos de limitación del armamento nuclear. Mientras
acusa a Rusia de incumplirlos, el gobierno norteamericano aumenta su expansión
militar y la de la OTAN en el Este de Europa y Oriente Medio.

El equilibrio y control internacional
sobre los arsenales nucleares de las grandes potencias (sobre todo los rusos y
norteamericanos, dado que el armamento nuclear chino, británico y francés
tienen dimensiones mucho más reducidas) descansa sobre dos tratados: el START
III y el INF. El START III (sobre armas nucleares estratégicas, misiles
intercontinentales ICBM, misiles SLBM de submarinos, y bombarderos nucleares)
vence en 2020, y, aunque puede prorrogarse por cinco años más, las palabras de
Trump, en los primeros meses de su mandato, definiéndolo como un “tratado
desigual” crean incertidumbre sobre su futuro y sobre los propósitos de Estados
Unidos. A su vez, el INF (sobre misiles de alcance medio), firmado por Reagan y
Gorbachov en 1987 y que no tiene fecha de vencimiento, eliminó en 1991, como
estipulaba el tratado, los misiles balísticos que podían alcanzar objetivos de
entre 500 y 5.500 kilómetros, y, además, prohíbe a las partes dotarse de nuevos
misiles de ese tipo, aunque, en los últimos años, tanto Washington como Moscú
han cruzado acusaciones de incumplirlo.
El aviso que lanzó Moscú en 2007 (con la intervención de Putin en la
conferencia de seguridad de Múnich de ese año, sobre la expansión militar
norteamericana y de la OTAN y denunciando su agresivo comportamiento en
conflictos regionales como en Oriente Medio) fue ignorado por Washington, que
prosiguió su programa de incorporaciones a la alianza militar occidental,
estableció nuevos equipos y dispositivos militares en el Este de Europa,
peligrosamente cercanos a las fronteras rusas, e incendió posteriormente las
guerras de Siria, Libia y Yemen, además de planificar y apoyar logísticamente
el golpe de Estado del Maidán en Ucrania, en 2014, y la
posterior y dura represión sobre la oposición ucraniana, que culminó en el
feroz asesinato por escuadrones fascistas de decenas de personas con el
incendio provocado de la casa de los sindicatos en Odessa, y la campaña militar
lanzada por el gobierno golpista de Kiev sobre las regiones del Este del país
que rechazaban el nuevo poder. El golpe de Estado en Ucrania era una evidente
señal sobre los propósitos norteamericanos que Moscú no podía ignorar.
En esa escalada de peligrosas decisiones, bajo el gobierno de Obama, portavoces
del Pentágono, del Departamento de Estado norteamericano y de la Casa Blanca
lanzaron ya equívocas alusiones, primero, y acusaciones después, orientadas a
socavar el Tratado INF. Ya bajo la presidencia de Trump, a principios de 2018,
Sarah Huckabee Sanders, secretaria de prensa de la Casa Blanca, declaraba que
“Rusia ha estado desarrollando armas desestabilizadoras, durante más de una
década, en directa violación de sus obligaciones contractuales”. Estaban
preparando el terreno para justificar ante la opinión pública internacional
nuevos pasos orientados a romper el equilibrio estratégico entre las grandes
potencias, y el INF es un obstáculo para ello. En agosto de 2018, el
vicecanciller ruso, Serguéi Riabkov, criticaba la instalación de lanzaderas
Mk-41 por parte de Estados Unidos y sus aliados europeos, a la vista de que
podrían lanzar misiles de crucero dotados con ojivas nucleares, precisamente
los destruidos por el tratado INF.
A principios de octubre de 2018, el embajador norteamericano ante la OTAN, Kay
Bailey Hutchison, acusó de nuevo a Rusia de violar el tratado INF y, acudiendo
en su ayuda, el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, responsabilizó
al gobierno ruso de incumplirlo con los misiles 9M729 de emplazamiento
terrestre, acusación que Moscú rechazó de plano. Al mismo tiempo, los
responsables del Pentágono filtraron a la prensa internacional el supuesto
ataque cibernético ruso a la Organización para la Prohibición de las
Armas Químicas (OPAQ), con sede en Holanda, utilizando esa no
demostrada acusación como una prueba más del “irresponsable comportamiento de
Rusia en todo el mundo”, según palabras del propio general James Mattis. Que el
secretario de Defensa norteamericano realice acusaciones de esa gravedad es
indicativo de la orientación de la política exterior norteamericana: acusar a
Moscú de comportamiento irresponsable es, precisamente, la excusa perfecta para
romper el tratado INF, proseguir con el despliegue de los escudos antimisiles
que tanto preocupan a Rusia y China por la ruptura del equilibrio estratégico,
y para anunciar problemas para la prórroga y renegociación del START III, el
principal tratado de control de los arsenales nucleares en el mundo.
Dos días después de las declaraciones de Stoltenberg, en una operación
perfectamente calculada, el secretario de Defensa norteamericano y jefe del
Pentágono, James Mattis, declaraba que Estados Unidos está examinando todas las
posibilidades de defensa “ante la violación rusa del INF” y ante el “evidente
desprecio ruso por las leyes internacionales”. El inquietante Mattis (no en
vano apodado perro loco por sus subordinados durante la guerra
de ocupación norteamericana en Iraq) arguyó también, como muestra del inaceptable
comportamiento ruso, el apoyo de Moscú al gobierno sirio y el caso Skripal.
Como era de esperar, el jefe del Pentágono no hizo ninguna mención al papel
desempeñado por Washington en el incendio de Oriente Medio.
La responsabilidad sobre esa nueva disputa recae completamente sobre
Washington, que pretende ignorar que su instalación, en Polonia y Rumanía, de
nuevas lanzaderas Mk-41, capaces de lanzar misiles nucleares, es una evidente
vulneración del INF. Por si no fuera suficiente con la constatación de que
Estados Unidos triplica el gasto militar de China, y es diez veces mayor que el
de Rusia, que ha aprobado un presupuesto militar que contempla partidas para el
establecimiento de nuevas unidades del Pentágono cerca de las fronteras rusas y
nuevas partidas para el programa de misiles nucleares, bastaría el examen de su
despliegue en Europa ante las fronteras rusas, de la construcción de los
escudos antimisiles que amenazan el START III, y de su patrullaje en toda la
fachada marítima china, para entender los malos presagios que se ciernen sobre
el equilibrio internacional.
Además, Estados Unidos todavía no ha decidido si aceptará prorrogar el START
III, como propone Rusia, y ha suspendido la cooperación entre ambos países en
el marco del Tratado de Cielos Abiertos (un acuerdo, firmado
por treinta y cuatro países, que permite sobrevolar, con condiciones, el
territorio de otro país firmante, y que perseguía incrementar la confianza)
sigue reservándose la posibilidad de utilizar armas nucleares, incluso con
ocasión de un ataque convencional o una amenaza cibernética. El cruce de
acusaciones entre Estados Unidos y Rusia a propósito del tratado INF, y, sobre
todo, la agresiva actuación norteamericana en muchos escenarios del planeta,
amenaza con aumentar la tensión internacional y estimular de nuevo la carrera
de armamentos.
HIGINIO POLO