Es necesario reducir el
regadío para luchar contra la desertificación y la sequía
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En el Día Internacional de
Lucha contra la Desertificación y la Sequía Ecologistas en Acción señala las
insostenibles políticas de aumento continuado del regadío en España.
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La organización ecologista
propone frenar el crecimiento de la demanda de agua para regadío, incrementar
la eficiencia en el uso del agua, fomentar cultivos menos consumidores de agua
y reducir la superficie actual dedicada al regadío.
La Asamblea General de Naciones Unidas
designó, en 1994, el 17 de junio como Día Mundial de Lucha contra la
Desertificación y la Sequía. Este día marca el aniversario de la adopción de la
Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación.
La desertificación afecta a más de 110
países. Cada año se pierden seis millones de hectáreas de tierra productiva. En
España el 40 % del suelo está amenazado por los procesos de
desertificación. A pesar de ello, los sucesivos gobiernos han sido incapaces de
detenerla, principal obligación contraída tras firmar, en 1996, el Convenio de
Lucha contra la Desertificación.

Ecologistas en Acción quiere llamar la
atención sobre las insostenibles políticas de aumento continuado del regadío en
España. La intensidad de la producción agraria en los regadíos orientados a la
exportación, así como la puesta en regadío de cientos de miles de hectáreas de
cultivos leñosos de secano, están incrementando la degradación de los suelos,
su erosión y la escasez del agua en los ríos y acuíferos. El tipo de
agricultura que se está sosteniendo en las diferentes regiones es clave para la
conservación de los ecosistemas acuáticos y de suelos fértiles, ambos
imprescindibles para garantizar la conservación de la biodiversidad y la vida
de las personas.
El regadío supone más del 84 % del
consumo total de agua en el Estado español. Actualmente hay registradas más de
cuatro millones de hectáreas regadas, según los planes hidrológicos vigentes, a
los que habría que añadir un 5-10 % más de regadíos ilegales. Entre otros
cultivos, destaca el rápido crecimiento de la superficie regada de olivos,
viñedos y almendros que siempre se han producido en secano, pero que ahora,
para incrementar su productividad, se ponen en regadío. Una amenaza para la
calidad del suelo y la disponibilidad hídrica en zonas como Castilla-La Mancha,
Andalucía y Extremadura, donde hay una creciente escasez de agua.
A la vez
que no deja de aumentar la demanda de agua para la agricultura intensiva, se
está produciendo una reducción del volumen de agua que circula por los ríos y
alimenta los acuíferos como consecuencia de los efectos del cambio climático.
Según el informe La incidencia del cambio climático sobre los recursos
hídricos en España y la evolución de las demandas, hay aproximadamente un 20 % menos de los recursos hídricos de los
que se disponían a principios de la década de los noventa. En ese escenario, es
previsible que en los próximos años se produzcan situaciones de colapso hídrico
y medioambiental en amplias zonas del país.
Los planes especiales de sequía para
hacer frente a estas situaciones tampoco introducen mejoras en la planificación
y gestión del agua. Parten de una premisa: mantener la satisfacción de las
demandas de agua de la agricultura intensiva, de forma que no apuntan a la
necesidad de recortar las demandas en los planes hidrológicos para gestionar
adecuadamente las situaciones de reducción de precipitaciones. Más bien al
contrario, siguen proponiendo la construcción de infraestructuras, pozos de
sequía, compra-venta de derechos concesionales de agua y la reducción de los
caudales ecológicos. Es decir, se continúa sosteniendo la actual demanda de
agua aunque conlleve la degradación de los ecosistemas, la pérdida del control
público sobre un bien común y los racionamientos de agua de abastecimiento para
la población.
Ecologistas en Acción propone como
medidas eficaces frente a la desertificación y la sequía el freno al
crecimiento de la demanda de agua para regadío, el incremento de la eficiencia
en el uso del agua donde se pueda, el fomento de cultivos menos consumidores de
agua y la reducción de la superficie actual dedicada al regadío. Recuperar un
cierto equilibrio hídrico requiere la reducción de aproximadamente un millón de
hectáreas de riego. El recorte puede tener un fuerte impacto económico y
social, por eso es necesario planificar y poner en marcha, desde este momento,
la reconversión de parte del sector agrícola de forma progresiva, con el apoyo
de las administraciones públicas, con el fin de que la afección social sea la
menor posible.
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