Un ataúd para la OTAN
70 ANIVERSARIO CON UN AUMENTO DEL GASTO MILITAR
No es Moscú quien acerca
su dispositivo militar a las fronteras occidentales, sino Estados Unidos y la
OTAN quienes han llevado sus tropas a los límites de Rusia.
El septuagésimo aniversario de la creación
de la OTAN se celebró en Londres con una reunión preparada como ceremonia
formal, donde los gobernantes dedicaron apenas tres horas al plan de defensa de
Polonia y los países bálticos, a la prevención ante ataques cibernéticos, al
despliegue de armamento en el espacio y a la actitud que deben mantener ante
Rusia y China. Aunque el comunicado final omitió muchas de las cuestiones
abordadas, en Washington y Bruselas se planifican con detalle. La cita,
precedida por disputas entre Trump, Macron y Erdogan, y por reproches públicos,
contó incluso con burlas privadas acerca del estrafalario proceder del
presidente norteamericano, y mostró al mundo los recelos de Francia y Turquía,
además de la incomodidad de los aliados europeos ante las exigencias de
Washington. Ankara pretendía que la OTAN declarase como terroristas a los
kurdos sirios del YPG, una organización a la que Estados Unidos ha armado y
ayudado con logística militar en la guerra de Siria.

Se aprobaron planes de reforma de la OTAN y el complaciente secretario general,
Stoltenberg, siempre servil con Trump, anunció un aumento de los presupuestos
militares de 360.000 millones de euros, en cinco años, en los 29 estados
miembros, y destacó el compromiso para defender a los países bálticos (esos
democráticos aliados cuyos gobiernos permiten, e incluso alientan, desfiles de
los veteranos de las SS nazis) de la supuesta “amenaza rusa”. Trump continúa
exigiendo que los miembros de la OTAN aumenten el gasto militar hasta el 2% del
PIB, requisito que hoy sólo cumplen ocho países: Alemania, Francia, Italia y
España no llegan a ese porcentaje. Washington quiere ir más lejos: en la cumbre
de Bruselas de julio de 2018, Trump llegó a exigir que los países miembros
dediquen el 4% del PIB al gasto militar.
La OTAN ha señalado a China y Rusia como los peligros que debe afrontar. Desde
2008, la cooperación entre la OTAN y Rusia se ha detenido, y la tensión ha
aumentado. Moscú impugna el fortalecimiento de la estructura militar occidental
a lo largo de sus fronteras europeas, así como su constante expansión, que
supone una violación de los compromisos adquiridos en su día: la OTAN, además
de la incorporación de Polonia, Hungría y Chequia en 1999, integró en 2004 a
los tres países bálticos y a Bulgaria, Rumanía, Eslovaquia y Eslovenia; en
2009, a Croacia y Albania; y en 2017, a Montenegro. Así que no es Moscú quien
acerca su dispositivo militar a las fronteras occidentales, sino Estados Unidos
y la OTAN quienes han llevado sus tropas a los límites de Rusia. Pese a ello,
el Pentágono y el cuartel general de la OTAN lanzan alarmas sobre la actitud
rusa.
Washington y Bruselas, que mantienen abierta la incorporación a la OTAN de
Ucrania y Georgia, bloqueada hasta hoy por las diferencias entre los aliados
europeos, acusan a Moscú, invirtiendo la realidad, de intervenir en esos
países. La OTAN, pese a la falta de evidencias, sigue insistiendo en el
supuesto “expansionismo ruso”, utilizando la incorporación de Crimea a Rusia y
la ayuda de Moscú a Damasco para derrotar al yihadismo apoyado
por Occidente y sus aliados Arabia e Israel. Para ello, aviva constantes
sospechas sobre la actividad rusa en el Báltico y en aguas de Noruega, e
insiste en la vieja acusación, no demostrada, de su injerencia en procesos
electorales, en operaciones de desestabilización y de estímulo de movimientos
populistas en Europa, y en el trabajo de unidades militares rusas de
ciberespionaje lanzando supuestos ataques a instituciones, organismos, partidos
políticos y empresas occidentales.
Así, para justificar su rearme, la OTAN filtró a los medios de comunicación que
Rusia puede bloquear internet en Europa: en 2017, el jefe del estado mayor
británico (Stuart Peach, un mariscal del aire que ahora es el presidente del
comité militar de la OTAN) hacía público un inquietante aviso sobre
consecuencias económicas devastadoras si Moscú lanzaba su fuerza naval para
destruir los cables submarinos de internet, y la prensa y la televisión
colaboran en ello: el diario alemán Frankfurter Allgemeine Zeitung excitaba
la histeria antirrusa aludiendo a la actividad de los submarinos nucleares
rusos en el mar Báltico (que podrían llegar a bloquearlo), en los océanos
Ártico y Atlántico y en el mar Negro. También lo hacían otros medios, como el
diario británico Daily Telegraph. Además, la OTAN, reflejando la
preocupación estratégica norteamericana, alerta sobre la presencia de China en
África, pese a que es exclusivamente económica y de cooperación, y en Europa,
donde desconfían de la iniciativa china 16+1, y de la compra de activos y
puertos como El Pireo en Atenas, y de su capacidad para desarrollar las redes
5G de telefonía móvil donde Huawei cuenta con una enorme ventaja en
investigación y aplicaciones.
En 2018, el gasto militar norteamericano fue de 649.000 millones de dólares, un
36% del total mundial, que creció hasta su máximo histórico: es el triple de lo
que emplea China y más de diez veces el gasto ruso. El mismo año, los 29
miembros de la OTAN aumentaron conjuntamente su presupuesto militar en un 7%
(56.500 millones de euros) respecto al anterior. Estados Unidos, que tiene en
el extranjero más de 800 bases militares, repartidas por más de 40 países,
quiere modernizar (en un proyecto ideado con Obama) su arsenal atómico, un plan
que costaría unos tres billones de dólares en un plazo de treinta años: es el
camino del rearme, sin justificación política más allá del propósito de
mantener la hegemonía norteamericana en el mundo. Pese a las palabras de
Macron, sobre la “muerte cerebral” de la OTAN, Estados Unidos prosigue su
rearme. En España, quiere aumentar sus tropas en Rota y Morón.
Washington pretende imponer su dominio a cualquier precio, y para ello ha
dinamitado los tratados de desarme: abandonó unilateralmente el ABM; en 2019 ha
abandonado el INF, y amenaza con liquidar el START III: eran los tres
principales tratados que obligaban a las superpotencias. Estados Unidos, pese a
los reproches de Trump calificando de morosos a la mayoría de sus aliados,
necesita a la OTAN para seguir presionando a Rusia y contener a China, para
asegurar su hegemonía militar en el planeta y para que los aliados aporten
tropas y ayuden a sufragar sus intervenciones militares en el exterior. Pero el
mundo no requiere una nueva carrera de armamentos; precisa la renovación del
START III, necesita impedir el despliegue de armamento en el espacio, reducir
las fuerzas convencionales y los arsenales nucleares, acabar con el
imperialismo y la rapiña, e iniciar una nueva era de distensión y de paz:
necesita un ataúd para la OTAN.