Eva García Sempere: "La España rural y sus
mujeres son invisibles en el Congreso"
DIPUTADA DE UNIDOS PODEMOS EN EL CONGRESO
“En las instituciones
aspiramos a ser la voz del poder popular en construcción”.
MUNDO OBRERO: ¿Cómo se lleva la
conciliación de la vida parlamentaria con la Vida?
EVA GARCÍA SEMPERE: Conciliar no es difícil, es
imposible. Si lo quieres hacer bien, si nos creemos como cargos públicos
comunistas que tenemos que estar en el territorio y en los conflictos, y que
tenemos que ser los mejores en nuestro trabajo, eso implica estar mucho tiempo
lejos de tu familia, de la gente que te quiere, de los amigos. Está siendo toda
una experiencia, pero creo que hay que enfocar bien la utilidad de la
institución, porque perdemos energías y tiempo en hacer iniciativas tratando de
mejorar la vida de la clase trabajadora pero la mayor parte del trabajo
parlamentario queda en papel mojado. Una proposición no de ley sabemos que es
meramente declarativa, que puede dar un titular un día y es importante para los
actores que la están demandando. Es una sensación permanente de estar luchando
contra un muro, cuando lo consigues saltar aparece otro muro y si además
consigues saltar ese, aparece el rey del castillo con los Presupuestos
Generales del Estado y te dice que se acabó el juego. Por lo tanto, las
instituciones como el Congreso debemos utilizarlas para el aprendizaje y para
la generación de espacios de trabajo. Por ejemplo, la Ley de pobreza nos sirvió
para patear todos los territorios, para hablar con militantes de las
federaciones, con asociaciones, recabando sus pareceres y sus ideas. Tenemos
una proposición de ley excelente que ha servido, sobre todo, para organizar a
la gente, para generar espacios donde la gente se encuentra y puede buscar
soluciones conjuntas, y eso debe de ser lo fundamental. Elaboración colectiva,
lo llamábamos. Los recursos de la institución tienen que ir para la que la
organización tenga más fuerza, se encuentre con más gente y contribuya a
generar y fortalecer un tejido social, sindical y político.
M.O.: ¿Qué es más útil para ser diputada, los títulos universitarios o el
olfato?
E.G.S.: Tener estudios no viene mal, pero lo fundamental para una
diputada comunista no es tener un máster en el tema sobre el que vayas a hacer
la pregunta al gobierno, sino que sepas identificar el problema, el conflicto,
que tengas la capacidad de buscar las fuentes adecuadas y rodearte de la gente
que te dé los conocimientos que no tienes y la visión de los afectados por el
problema. Si no eres capaz de detectar las necesidades cotidianas y concretas
de la gente y articular soluciones, de nada te sirve tener un máster. El muy
recomendable documental de Ken Loach, “El espíritu del 45”, cuenta como la
mayor parte de los diputados de la Cámara de los Comunes del Reino Unido de
posguerra venían del mundo sindical, no tenían carreras ni másteres, pero sí un
hondo conocimiento, asentado en el terreno, de las necesidades de la clase
trabajadora.

M.O.: Tú además eres diputada por Málaga, una circunscripción que ha dado
grandes diputados comunistas a la cámara.
E.G.S.: Y es un honor para mí, y una gran responsabilidad.
Efectivamente, Antonio [Romero] es el mejor ejemplo de olfato político aplicado
al trabajo parlamentario, es alucinante recordar lo que hizo y cómo lo hizo.
También fue la provincia donde el PCE obtuvo el primer acta de su historia en
la figura de Cayetano Bolívar, un señor que procedía de la burguesía pero que
montó un hospital en el que la condición que se le ponía a los ricos que iban a
curarse era que pagasen la cama para una persona de la clase trabajadora.
M.O.: O sea que la historia no comenzó de cero ayer.
E.G.S.: El día que Diego Cañamero subió a la tribuna del Congreso
escuche a alguien decir que por fin un jornalero hablaba allí. Eso me dolió
mucho. Me parece maravilloso que los jornaleros puedan subir a la tribuna,
ojalá hubiera más, y camareras de piso, y teleoperadoras, y mineros, y
albañiles... pero no era la primera vez que un jornalero hablaba en el
Congreso, y a la respuesta anterior me remito. Y es maravilloso que gente con
ideas distintas agite el panorama institucional, pero es fundamental saber de
dónde venimos, para lo bueno y para lo malo, conocer las experiencias
anteriores, ¿cómo se aprende entonces? El adanismo no es bueno, y creo que
conviene desterrarlo por incompatibilidad con la moral política de la
izquierda.
M.O.: ¿Has visto al “Poder” pasearse por el Congreso, sentarse en algún
escaño?
E.G.S.: Desde luego que no, aquello es un grandísimo teatro. Allí
están sentados los secuaces del poder, de las grandes empresas, de los bancos,
en la bancada del PSOE, del PP, de Ciudadanos o del PDCat. Pero el poder
también está en la calle, en la gente que organizada sería capaz de tumbar todo
eso, el poder del capital ejerce su fuerza, sobre todo fuera del parlamento.
Nosotros, modestamente, intentamos ser las voces de ese poder que todavía está
en construcción, pero que cuando despierte y se organice no habrá quien lo
pare, el poder del pueblo trabajador, y en ese momento dará igual la aritmética
parlamentaria.
M.O.: Nosotros lo llamamos unidad popular pero, ¿qué distancia existe entre
la confluencia electoral que supuso Unidos Podemos y la unidad popular?
E.G.S.: Unidos Podemos fue una necesidad imperiosa, fraguada a todo
correr. Por la calle nos decían que teníamos que unirnos para enfrentar a las
derechas. Empieza a acercarse un poco más con Adelante Andalucía, pero tampoco
eso es la unidad popular, que se tiene que fraguar por abajo, tiene que ser la
gente. Y ya se hace, en plataformas o en asociaciones vecinales, la gente
trabaja codo con codo y no se pide el carnet. Si llegamos a un espacio en el
que no nos estamos preguntando de dónde viene el otro y no tenemos los recelos
de saber si esta iniciativa es más tuya que mía, sino que es una iniciativa que
surge de las necesidades de la gente y tiene detrás a miles de personas,
entonces estaremos mucho más cerca de conseguir la Unidad Popular.
M.O.: Dolores Ibárruri hablaba de tener un pie en el Parlamento y otro en la
calle. ¿En qué medida el trabajo institucional en el Congreso te secuestra y te
resta capacidad de poder compaginar ambas tareas?
E.G.S.: Como no me gustan nada los sitios protocolarios, lo paso
realmente mal. Es verdad, tienes la sensación de estar secuestrada hablando de
temas que no interesan a nadie, hablando para gente que no te está escuchando,
pero hay que distinguir. Por una parte, por supuesto, tienes que cumplir con
las obligaciones que se derivan de tu responsabilidad, para eso nos han puesto
ahí, los territorios demandan ese trabajo, y por otra saber que tu principal
objetivo es hacer más fuerte a la organización, hacer más fuerte a la sociedad.
Y para eso hay que salir mucho. Personalmente a ese nivel estoy satisfecha,
pero no porque me haya pateado muchos territorios, sino para conocer de primera
mano cuáles son las necesidades de las gentes.
M.O.: Los temas realmente importantes que debatís en el Congreso se quedan
muchas veces encerradas allí. ¿Cuesta trabajo dar a conocer el trabajo
cotidiano de una diputada?
E.G.S.: Sobre todo si, como nosotras, te empeñas en tratar de hacer
visible lo invisible. Por ejemplo, a la Comisión de Agricultura sólo se le echa
cuentas cuando llega la PAC. Si llevas iniciativas, por ejemplo, sobre la
trashumancia, que es uno de mis temas favoritos, no aspiro a que los medios se
fijen. La España rural es uno de los temas invisibles, y la mujer en el medio
rural, ni te cuento, y es un espacio a organizar, ojo, algún nuevo-viejo
partido se ha dado cuenta, pero si queremos construir un proyecto de país desde
la izquierda no podemos hacerlo a espalas del 70% del territorio.
M.O.: Con el trabajo parlamentario te das de bruces con la realidad. ¿No es
cierto?
E.G.S.: Y tanto. Te pondré un ejemplo, la minería. Siempre he tenido
clara una posición: la mina hay que cerrarla, no podemos basar nuestro sustento
en el carbón y las energías fósiles, pero algo que tenía muy claro y que es muy
fácil de decir, cuando miras a los ojos a la gente que vive en esas cuencas,
aprendes que es inaplazable la transición justa, que no podemos dejar a la
gente tirada. En ese sentido, la Eva que entró en el Parlamento y la Eva de
ahora no son la misma.
M.O.: Comunistas como tú en un espacio de confluencia, trabajando como
diputada en un grupo más amplio. ¿Cuál es el papel de los comunistas en la
confluencia?
E.G.S.: Gianni Rodari, además de ser redactor jefe de L'Unitá, el
diario del PCI, escribía cuentos para niños. Y él teorizaba y ponía en
práctica, como pedagogo, el valor de la fantasía. Te podría responder que
tenemos que ser vanguardia y hegemonizar los espacios, que tenemos una mochila
y muchas batallas disputadas. Pero más allá de eso, que lo creo, somos los que
tenemos que aportar la fantasía, la capacidad de imaginar un mundo distinto y
el camino que nos debe llevar a él.